La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La escuela de periodismo de Diego Carcedo

El periodista asturiano, que publica la novela "Los dos cónsules", evoca sus comienzos en LA NUEVA ESPAÑA: "Allí fue donde aprendí el oficio"

Diego Carcedo.

Menos informar de toros, Diego Carcedo ha hecho de todo en periodismo. Aprendió el oficio en "la gran escuela de LA NUEVA ESPAÑA", fue reportero en episodios históricos como la Revolución de los Claveles o la guerra de Vietnam, fue corresponsal de TVE en Lisboa y Nueva York, director de informativos y de RNE... "Pasé de las guerras a los despachos, donde se viven los peligros más grandes". Ahora, Carcedo (Sobrecueva, Cangas de Onís, 1940) publica “Los dos cónsules”, novela basada en hechos históricos sobre la heroica peripecia de dos diplomáticos, el español Eduardo Propper de Callejón y el portugués Aristides de Sousa Mendes, cónsules en Burdeos durante la II Guerra Mundial.

Empecemos por el libro: “Tuve que dedicarle mucho tiempo a la documentación. Lo primero fue seguir la pista del cónsul portugués, muy humanitario, el más conocido, porque protegió a muchas personas y luego, cuando se quedó en la pobreza, le visitaban, le cuidaban, le daban dinero… Agradecidas. El español tuvo menos participación, pero también pasó por muchas vicisitudes, El ministro franquista Serrano Suñer lo defenestró porque estaba protegiendo judíos. Yo había escrito dos libros antes sobre el salvamento de judíos. Estaba aburrido con la pandemia y me documenté, luego fui al pueblo del cónsul (Cabanas de Viriato, donde dicen que nació Viriato), hablé con conocidos suyos… Busqué información sobre la invasión alemana de Francia, aquel Burdeos con miles de refugiados. Un drama de personas fusiladas, escondidas, enviadas a campos de concentración…”.

Era Carcedo "un chico de una aldea de Cangas de Onís al que le gustaba mucho la historia, con pretensiones de ser arqueólogo. Pero no me gustaba la enseñanza. Tenía amigos periodistas como Graciano García o Juan de Lillo que me convencieron de que me presentase a los exámenes de la Escuela de Periodismo, aunque era muy complicado. Estuve un verano con ellos preparándolo. Íbamos con mucha frecuencia a los archivos de los periódicos. Llegó el momento de matricularse, había que presentar un escrito diciendo porqué quería ser periodista. Y no tenía ni idea. Tenía tradición en casa, pero no de periodista sino de lectores de prensa”.

Fue el primero en pasar el examen en la Escuela. Había cuatrocientos y pico para 42 plazas. Le tocó "hacer una traducción de un periódico extranjero, ‘Le Figaro’. Luego había un test de 60 preguntas. Complicadísimas unas, tontas otras. El tercer examen era oral. Uno de los examinadores era asturiano, y me dijo: ¿y tú por qué sabes cómo se llama el primer ministro de Malasia? Le conté su historia y me dijo: chaval, estás aprobado, eres el único que lo contestó”.

Y llegó a este periódico: “Lo he dicho muchas veces en público, incluso en conferencias internacionales: donde aprendí la profesión fue en LA NUEVA ESPAÑA. Los jóvenes aprendíamos de los veteranos, sobre todo del director, Paco Arias de Velasco, y de Pérez de las Clotas, que era un genio. Yo me metía en muchos líos. El director, que era amigo de Carmen Polo, fue destituido por un artículo mío en 1964. Montaron un festival de música en Vegadeo, en un salón de baile. Fueron conmigo Vélez, el fotógrafo, y Manuel Avello, redactor. Aquello era esperpéntico. Descubrimos que uno del grupo que lo montaba se había escapado con la caja de las entradas. Sale otro periódico hablando de gran éxito y yo diciendo que aquello era un cuento, que el ayuntamiento había sido estafado… Al día siguiente, el director me dice que fue el alcalde a protestar, y me pide que escriba un editorial. Con Luis Alberto Cepeda, muy buen tipo, nos ponemos mano a mano, ‘El Alcalde de Vegadeo es tonto’, titulamos. Por la noche baja Paco, ‘oye, nin, le damos fuerte al Alcalde, eh’. Se queda pensativo y dice: oye, y no sería mejor ponerlo entre interrogaciones: ‘¿Es tonto el Alcalde de Vegadeo’ Y así se publicó. Al día siguiente entro en el periódico, totalmente vacío. La secretaria del director me dice: está recogiendo. Lo habían cesado fulminantemente”.

Portada del libro.

“Una vez", recuerda, "conseguimos una entrevista con Camilo Alonso Vega, altísimo cargo franquista, ministro de la Gobernación, fuimos a su casa de Noreña a hacerla, no sé qué pasó con el coche que llegamos con retraso. Acojonados. Su esposa, Ramona, nos dice que está molesto… ¡Nos fusila!, pensamos. Pero la entrevista funcionó muy bien”.

Su abuelo había sido militar en la guerra de Cuba, "yo le tiraba de la lengua, me contaba muchas cosas, cómo arrojaban al mar a insurgentes a los tiburones… Iba y venía de Cuba, tenía negocios y alguna amante, algún otro Carcedo más de la cuenta debe haber por allí… Recién llegado de allí salió una ley de Franco reconociendo méritos a todos los supervivientes de la guerra, en el 98. A mi abuelo, que era teniente, le pusieron una paga y le nombraron coronel. Le montan un acto militar en la Plaza de España de Oviedo, yo sin darle importancia, en el periódico cuento lo que van a hacer, y que es mi abuelo. ¿Tu abuelo? ¿Y cómo no lo dices? ¡Vete a hacerle una entrevista ahora mismo! Fui a casa e hice una doble página. Aún conservo la espada de mi abuelo. En el reparto de la herencia le dije a mi hermano que la quería yo. Y aquí la tengo".

Aquella redacción "era la buena escuela de verdad. Mira que luego fui director de muchas cosas, pero aquellos periodistas veteranos te enseñaban. Cuando te tiraban un artículo a la papelera, lo repetías hasta que salía perfecto. Hubo un día que me enviaron a hacer un reportaje a Taramundi. Fui a las aldeas, hablé con mucha gente... Cinco entregas. Primer follón. Cogí un cartero en casa del carajo que caminaba horas por el monte para llevar las cartas. Y me cuenta que algunas veces se encuentra con algún vecino le da alguna carta para otro vecino y no tiene que ir hasta ese pueblo. Poco después, nos llega que a este pobre hombre le abrieron un expediente en Correos porque lo leyeron y eso no se podía hacer. Querían expulsarlo. Intervino Paco Arias para que no lo hicieran, qué se puede hacer, yo estaba dispuesto a decir que me lo había inventado. Pasados los años, me dieron la Navaja de Oro, fui a recoger el premio y me encontré en varios sitios aquellos reportajes colgados, los conservaban veinte años después"".

Si Diego Carcedo tuviera ahora veintipocos años... ¿se iría corriendo a Ucrania a contarlo? "Sí, claro, nos ha jodido. Lo pasé mal cuando los de Afganistán, me hubiera gustado estar allí los últimos días. Ahora las guerras son a distancia, aquello de ir con las patrullas en Vietnam o montar en helicópteros se acabó. Limitan, meten miedo. Los medios, además, para ahorrar dinero, han prescindido, de los veteranos, que son fundamentales. Los que enseñan. Si prescindes de la experiencia y te quedas solo con la juventud te quedas con la mitad".

Cuando preparaba el libro fue a Burdeos "y les dije a algunos colegas franceses algo que no les gustó nada: que LA NUEVA ESPAÑA es mejor que la mayor parte de los periódicos regionales franceses. Sí, recuerdo continuamente mi etapa allí, cuando tengo problemas o dudas, me preguntó qué haría Clotas, qué nos diría Cepeda..."

Compartir el artículo

stats