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Fallece a los 57 años la escritora gijonesa Begoña Huertas

"Deja un legado encomiable", certifican sus colegas sobre la autora de "El desconcierto"

Begoña Huertas.

La escritora gijonesa Begoña Huertas falleció este viernes en Madrid a los 57 años. Filóloga de formación y ganadora en 1993 del Premio Casa de las Américas por su obra "Ensayo de un cambio: la narrativa cubana en la década de los 80", fue profesora en la escuela de arte Hotel Kafka, articulista en varios medios y responsable de diversos talleres de escritura creativa. Con "El desconcierto", una obra a medio camino entre la novela y el ensayo biográfico, se ganó en 2017 el respeto de la crítica y los lectores por sus reflexiones sobre su experiencia con el cáncer. "Fue una escritora dotada de una voz propia y singular. Nos deja una obra valiosa, y un legado encomiable en lo que se refiere a la conexión entre las dos orillas del idioma español, tarea a la que dedicó una buena parte de su vida", señaló ayer Miguel Barrero, director de la Fundación Municipal de Cultura de Gijón.

Doctora en Filología Hispánica y durante un tiempo profesora en la Universidad de Michigan, Huertas era muy conocida en el ámbito literario por sus colaboraciones como editora en varios sellos. Iniciada su carrera con el premio de 1993, regresó a las librerías apenas tres años después con "A tragos", un compendio de relatos. Todo lo que vino después fueron novelas, destacando "Una noche en Amalfi", publicada en 2012, y el citado "El desconcierto", que fue su última publicación. En los últimos años combinó sus clases de escritura con el columnismo.

Con "El desconcierto", Huertas fue la primera en poner en el mapa para muchos lectores una visión del cáncer más realista, despojada del misticismo heroico y de la idea de la enfermedad como algo que se pelea y no como algo que se sufre. Escribió: "Somos mayoría los que rechazamos esa imagen de dos enemigos en guerra, ya que implica una voluntad por las dos partes, un desafío aceptado que de ningún modo es cierto". Y también: "Parece que eres culpable si no afrontas el asunto con buen ánimo". Y también: "Por mi parte, confieso que desde el primer momento me dispuse a prepararme para marchitarme como una planta, no para morir como una guerrera. Y, la verdad, piense o no piense ahora lo mismo, creo que estaba en todo mi derecho".

Rafael Gutiérrez, responsable de la Asociación de Libreros del Principado de Asturias, fue uno de los que la ayudaron a presentar esta "grandísima novela" por la región. "La recuerdo muy cercana y, sobre todo, la recuerdo como una persona que transmitía muchísima paz", se lamentaba ayer.

La autora hizo también migas con otros escritores de su generación, entre ellos, Juan Aparicio Belmonte, que señala: "Fue un ser bondadoso y empático. Estas cosas siempre se dicen de la gente cuando fallece, pero ella, que era muy de izquierdas, tenía una forma muy acorde a su ideología al a hora de ser y estar en el mundo. Era muy apreciada". Otros autores como Luis Magrinyà y la editora Iolanda Batallé –impulsora de la publicación del último libro de Huertas– también mostraron ayer sus condolencias en redes sociales.

Aunque la autora nunca fue muy dada al foco mediático, todo lo que quiso contar lo pudo escribir. Dijo que de su padre –a quien definía como un "gran racionalista– heredó en parte esa manía por lo práctico pero también la pasión por el ajedrez –que creía que estaba relacionado con una "forma limpia de pensar" que le caracterizaba a ambos–, el interés por la fotografía y la guitarra y su intento por saber más del mundo del arte y de las pinturas. Inquieta y muy activa hasta enfermar de nuevo hace unos meses, opinaba de todo esto en sus columnas, en las que habló sobre la precariedad del empleo doméstico, la importancia de la sanidad pública y la cultura de la violación. "Qué otra cosa ha sido la literatura sino el relato de los miedos y el intento por ordenar el caos", se preguntaba.

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