Entrevista | Alba Gil Menés Directora de teatro, ganadora del premio «Meninas» contra la violencia de género

"Descubrí que las mujeres arrastramos un dolor ancestral y nombrarlo es liberador"

"Hay excepciones, pero veo poca claridad sobre el lugar de los hombres ante la violencia de género; existe mucha negación, dolor, vergüenza..."

Alba Gil, a la derecha, junto a las actrices de «Mordiendo la verdad» María Rodríguez, en el centro, y Sandra Zamora, en una imagen promocional.

Alba Gil, a la derecha, junto a las actrices de «Mordiendo la verdad» María Rodríguez, en el centro, y Sandra Zamora, en una imagen promocional. / Lorena Landázuri

Lorena Landázuri

Desde Fuenlabrada, Madrid, dio el salto a Proaza, Asturias. Lo hizo "a lo loco" hace ya 13 años, en busca de naturaleza y acabó encontrando un hogar del que asegura que no se irá. Dramaturga, actriz, cantante, poeta... Alba Gil Menés lleva unida a los escenarios desde su infancia. Ahora, con 31 años, sigue subida a las tablas para denunciar la violencia que sufren las mujeres sin victimismos ni clichés. Lo hace con su obra "Mordiendo la Verdad", un retrato crudo sobre los malos tratos que le ha valido numerosos reconocimientos: premio Escena Contra la Violencia de Género en 2019, premio Asturias Joven por los Derechos Humanos en 2021 y este año, el Premio Semillero Valnalón al mejor proyecto empresarial. La obra le puso el marco a la entrega, la semana pasada, del premio "Meninas".

–Cantante, actriz, dramaturga, poeta … ¿Cómo empezó su carrera sobre las tablas?

–Siempre he estado encima de los escenarios, es algo muy recurrente en mi vida desde pequeña. Estudié canto y a los 18 años empecé a trabajar como cantante de orquesta. Siempre ha sido mi mundo. En la dramaturgia empecé profesionalmente en 2018, cuando decidí retirarme a escribir la obra de teatro que siempre había querido. Alquilé una casa en la montaña, en Proaza y estuve un año escribiendo. La acabé, la presenté a un concurso y gané. Así arrancó todo el mecanismo de la productora.

–A pesar de su juventud, en tres años su carrera ha despegado hasta crear precisamente su propia productora, Palomica Lloca Producciones, sacar su obra, publicar un libro… todo con muy buena acogida ¿Cómo afronta ese éxito?

–Con mucha alegría y mucho cansancio (ríe). Fue una sorpresa porque era una apuesta en la que todo sucedió muy rápido, sin tiempo para asimilarlo.

–Y los reconocimientos no han tardado en llegar en forma de premios. ¿Da vértigo?

–Cuesta asumirlo, pero, es muy bonito ver que lo que estás haciendo tiene valor y una función concreta. Cuando estás empezando un proyecto como novata, que vengan personas externas a decirte que lo que haces tiene sentido es una pasada.

–De su obra, "Mordiendo la verdad", dice que supuso romper un pacto de silencio. ¿Fue difícil llevarla a escena?

–Lo más complicado fue que, a punto de estrenar la obra, estábamos en plena pandemia y se cerraron las salas de teatro, por lo que no pudimos estrenar en la fecha prevista. Pero más allá de eso no he encontrado muchos problemas, más bien lo contrario. Estamos teniendo muy buena acogida.

–El punto de partida de la obra es la violencia de género. ¿Qué aprendizaje le ha dejado a nivel personal?

–Se ha confirmado mi sospecha de que tenemos un dolor ancestral con este tema y es común. Representación tras representación, ha habido un montón de mujeres reconociéndose en este sufrimiento y en este pacto de silencio, pero muy perdidas sobre cómo sacarlo y afrontarlo sin sentirse culpables, malas madres, malas hijas, malas mujeres. Es liberador nombrarlo y colectivizarlo. Otro aspecto que he descubierto es lo perdidos que están los hombres como grupo. Hay excepciones, pero vi poca claridad sobre el lugar de los hombres respecto a este tema. Mucha negación, dolor, vergüenza…

–Tenía claro que en su equipo debía haber un grueso de mujeres. Ahora que está dentro de la industria, ¿faltan mujeres en el arte?

–Totalmente, es una constante en todos los ámbitos. El techo de cristal existe. Las mujeres encuentran más trabas en el ámbito profesional, ya sea en salario, recursos o incluso, por la propia percepción de ti misma como persona válida en tu puesto de trabajo. Siempre tenemos que demostrar que valemos y luchar por que se nos reconozca.

–Su obra la presenta como un viaje por la violencia machista pero alejado de los clichés. ¿Se abusa de tópicos a la hora de llevar a escena la violencia de género?

–Creo que se tiende a revictimizar a las mujeres y a culpar a los hombres. Es más fácil establecer una víctima a la que asistir y un culpable eximiendo la responsabilidad personal que cada uno tiene dentro de este asunto. A nivel social, la culpabilización y revictimización permiten seguir ocupando un lugar pasivo dentro de este problema.

–La cuestión del género vertebra toda su obra. ¿Entiende crear sin tener ese aspecto presente?

–Para nada. Además de cantante y actriz soy técnica en igualdad de género, por eso para mí es una de las cosas que han atravesado mi identidad y mi biografía. Para mí, el mundo está construido desde varias ramas y una de ellas es el género.

–¿Cuáles son sus próximos proyectos?

–En octubre estrenamos un espectáculo infantil para niños de 0 a 3 años que se llama "La vida láctea", sobre la lactancia materna y también estoy en una banda de mujeres que se llama Zarzamora y estamos intentando hacer sonar la música por Oviedo y por donde nos llamen. Ahora vamos a parar porque necesitamos un respiro, pero el año que viene abrimos gira con “Mordiendo la manzana”, con el libro homónimo, "La vida láctea", y Zarzamora.

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