Amancio Prada lo apuesta todo a la poesía

El cantautor leonés hace un homenaje a clásicos de todos los tiempos ante un Campoamor entregado

Amancio  Prada, durante el concierto  de ayer. |  Luisma Murias

Amancio Prada, durante el concierto de ayer. | Luisma Murias / Gonzalo G.-Conde

Gonzalo García-Conde

Gonzalo García-Conde

Los que asistieron ayer al Campoamor para ver el concierto de Amancio Prada, organizado por «Asturias, capital mundial de la poesía», ya pueden dar por inauguradas las fiestas navideñas porque han recibido el primer regalo del año. Un regalo en forma de recuerdos, de emociones, pero sobre todo con forma de versos, de rimas, de sensaciones, que es lo que más valoraba nuestro anfitrión artístico.

Arriba, aspecto que presentaba el teatro, repleto de espectadores; Sobre estas líneas, Graciano García, impulsor de «Asturias, capital mundial de la poesía», primero por la derecha. | L. Murias

Aspecto que presentaba el teatro, repleto de espectadores. / Gonzalo G.-Conde

Algunos dirán que el cantautor leonés, que es también asturiano y gallego, sevillano y granadino, portugués, francés y americano por sentimiento, por convicción y por adopción, se sube al escenario alejado de cualquier tipo de impostura, dispuesto a fiar todos los esfuerzos a la poesía, esa palabra que tantas veces repite. Sin embargo sabe muy bien cómo manejar las emociones y cómo crear el ambiente perfecto. El escenario es solo negro, iluminado levemente con unas cuantas candelas. Su ropa, también negra, que contrasta con su melena blanca. La guitarra, que es lo único que le acompaña. La postura, siempre al filo de la banqueta como si se fuese a caer de ella. Los ojos cerrados, la cabeza hacia atrás, dejando brotar los versos. Su voz siempre medida excepto cuando, a causa de la emoción misma, se le escapa y crece, dejándonos estupefactos. Incluso la salida al escenario, el saludo con su instrumento en la mano, sin mediar palabra, es sencillo. Porque una vez que se sienta, ya todo lo demás es poesía. Sólo abre la boca por primera vez para cantar las encantadoras estrofas que van a marcar toda la velada:

«Tengo en el pecho una jaula, / en la jaula dentro un pájaro, / el pájaro lleva dentro del pecho / un niño cantando / en una jaula / lo que yo canto».

A partir de ese momento, con un público experto en su obra y absolutamente cautivo por su presencia, Prada alterna sus canciones con otras poesías, las de sus historias. Historias que hablan de su familia, de la gente del campo, de un escenario rural de arados y vacas, de su padre que trabajaba cantando sembrando en su espíritu el germen de la música que ya nunca le abandonaría. Ferroviarios, republicanos, mineros, personas humildes. Hablando de sus viajes, de las canciones que se encontraba por el camino. Lope de Vega, Antonio Machado, Gustavo Adolfo Becquer, al que después de toda una vida cantando sus golondrinas acaba de dedicarle doce canciones durante el confinamiento.

Amancio Prada lo apuesta todo a la poesía

Graciano García, impulsor de "Asturias, capital mundial de la poesía", primero por la derecha. | L. Murias / Gonzalo G.-Conde

Cantando y cantando llegamos a Lorca, Federico, el maleficio de la mariposa. Y Rosalía, claro, la hermana que el granadino reconocía en su sentimiento. Para la inmensa poetisa gallega tuvo que recurrir al violoncello de María Cores, que ya hace tanto tiempo que le acompaña y que da aún más profundidad a su sentimiento. Ya estábamos en los versos profundos de «Adiós terra, adiós montes». El patio de butacas, que saltaba del corazón encogido al aplauso entusiasmado. Parecía que Prada y Cores se iban a marchar, pero no lo harían sin recordar una bellísima canción asturiana que le enseñó, durante un viaje a Chile, la dramaturga Isidora Aguirre, viuda de un emigrante de la república que la cantaba con el corazón fuera del pecho. Era la habanera «Si la nieve resbala», que terminó con un arrebatado «Asturias, patria querida, Asturias de mis amores». El concierto terminó, como no podía ser de otra manera, con ese poema de Agustín García Calvo que define toda la carrera de Amancio Prada, «Libre te quiero, como el arroyo que brinca de peña en peña, pero no mía». El Campoamor en pie y Oviedo, como se pretendía, capital mundial de la poesía también esta Navidad.

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