La manzana cultural de Asturias que tienta a los que visitan el Paraíso Natural

Los directores de los museos de Bellas Artes, Arqueológico y de la Iglesia proponen una guía personal y exponen los planes de unos centros con futuro

Por la izquierda, Otilia Requejo, Alfonso Palacio y María Antonia Pedregal, en la azotea del Bellas Artes.

Por la izquierda, Otilia Requejo, Alfonso Palacio y María Antonia Pedregal, en la azotea del Bellas Artes. / IRMA COLLIN

Tino Pertierra

Tino Pertierra

Dos hectáreas escasas en el corazón de Oviedo acogen un floreciente árbol de la cultura de Asturias. La llamada «manzana de los museos», un terreno en el que se levantan la Catedral de Oviedo, con el Museo de la Iglesia dentro, el Museo de Bellas Artes de Asturias y el Museo Arqueológico, tentó a lo largo de 2022 a 261.045 personas. La Catedral llegó a los 111.381 visitantes con entradas turísticas y culturales. Al otro lado de la plaza de Alfonso II el Casto, el Bellas Artes encuadró 106.312 visitantes, la tercera mejor cifra en más de cuarenta años de historia. El otro vértice, el Arqueológico, desenterró una gran recuperación con 38.134 visitantes, un crecimiento del 55,7% que invita a la esperanza de volver a las cifras prepandémicas. El futuro es prometedor. Coinciden en ello los responsables de todos los centros a la hora de recorrer para LA NUEVA ESPAÑA unos lugares de trabajo que son, además, escenarios para su devoción personal. 

Alfonso Palacio nunca olvidará su entrada en el Bellas Artes: «Fue un 3 de junio de 2013, lunes, 8.15 horas. Llegué con la siguiente idea que me repito todas las mañanas desde hace casi diez años: llegar muy temprano a trabajar como si fuera el primer día y marcharte tarde de él como si fuera el último». Un brete: elegir cinco obras esenciales que nadie debe perderse. Apunten: «Retablo de la Flagelación», de Leonor de Velasco, del Círculo del Maestro de la Visitación y Maestro de Oña; «Apostolado», de El Greco y taller; «Retrato de Jovellanos en el arenal de San Lorenzo», de Francisco de Goya; «Mosquetero con espada y amorcillo», de Pablo Picasso, y «Campo de Campos I», de Pablo Palazuelo. 

Misma petición a Otilia Requejo en el Museo de la Iglesia: «Resulta complicado elegir entre las casi 400 piezas, pero destacaría el conjunto de tallas románicas y góticas; los tres dípticos: romano-bizantino, románico y gótico; la imagen de El Salvador, de Alejo de Vahía; «La Inmaculada Concepción» de Luis Fernández de la Vega, junto con la de Santa Eulalia de Mérida, patrona de la Diócesis de Oviedo y del Principado de Asturias. También destacaría la magnífica colección de orfebrería litúrgica. Lo mejor es recorrer pausadamente las diferentes salas y dejar que sean las piezas las que llamen nuestra atención». 

María Antonia Pedregal abre las puertas del Arqueológico: «Dentro de las excepcionales muestras de arte mueble que tenemos en la parte de Prehistoria, destacaría la escultura-colgante con forma de cabeza de cabra de Tito Bustillo. En la Edad de los Metales resaltaría la presencia de la espada de Sobrefoz, una espada pistiliforme fundida en bronce hacia el 1.100 a.C. Es única en el repertorio arqueológico asturiano, como lo son los dos cascos de bronce del Picu les Torres (Ribadesella), datables al final de la Edad del Bronce o comienzos de la Edad del Hierro. En la parte correspondiente a época romana sobresalen los testimonios de la explotación aurífera y, particularmente, la reconstrucción de una galería minera con los entibados de la mina de Boinás (Belmonte de Miranda), cuyos postes de madera fueron cortados en el año 58 d.C. De la colección medieval, entre las numerosas piezas del Prerrománico asturiano de extraordinaria calidad, llamaría la atención sobre el ara de Santa María del Naranco rodeada de su inscripción consagratoria».

Jennifer Puertas, coordinadora de la actividad cultural y turística de la Catedral, tiene claro cuál es su lugar favorito: «La Cámara Santa, porque para mí representa el ‘corazón de la Catedral’, es lo que ha impulsado los 1.200 años de historia de la ‘Sancta Ovetensis’”. Devoción compartida por la mayoría de los visitantes, aunque ahora, «sin duda, este año, al abrirla al público por primera vez, la torre se ha llevado todo el protagonismo».

Fantaseemos: si tuvieran una varita mágica, ¿qué pedirían? Palacio es tajante: «Que las obras de la Fase II de Ampliación empiecen bien en tiempo y forma». Requejo no se conforma con su museo, como directora también de la oficina de Bienes Culturales de la Iglesia: «Poder arreglar los tejados de todas las parroquias asturianas; tenemos inventariadas 3.576 iglesias, capillas y ermitas, o sea, más de tres mil quinientos tejados que mantener, restaurar y conservar… Puestos a pedir, seguidamente, pediría poder restaurar los retablos y tallas que se conservan en estos templos y cuya conservación requiere unos recursos de los que no disponen la mayoría de las parroquias, sobre todo en el medio rural». Al museo le gustaría verlo con el tiempo «como un espacio de referencia, conocido y reconocido, del patrimonio religioso de la Diócesis de Oviedo y de Asturias, y quisiera imaginarlo lleno de niños y jóvenes».

Pedregal quisiera «incrementar la plantilla de personal, especialmente para dotar al museo de un departamento didáctico que pudiera dedicarse a la organización de actividades que hiciesen llegar el mundo de la arqueología al público infantil y juvenil, entre otros».

María Antonia Pedregal, en una de las salas del Museo Arqueológico.

María Antonia Pedregal, en una de las salas del Museo Arqueológico. / IRMA COLLIN

Abramos su agenda: ¿qué planes tienen subrayados en rojo? Siguiendo con Pedregal, «la subsanación de algunos problemas que presenta el edificio y sus fachadas». El de Palacio «no es un plan. Es, para bien o para mal, una especie de mantra: trabajar. A veces digo que trabajar muy duro, que trabajar como galeote… pero sin olvidarse nunca de que es hermoso el mar». Un mar por el que surcará este mismo año la ansiada ampliación, que es «un paso más. El camino de mejora y perfeccionamiento de todo museo es inacabable por ser siempre infinito, afortunadamente».

Puertas destaca que «trabajamos constantemente en promocionar la Catedral. La Sancta Ovetensis no puede verse solo como un recurso turístico; es un lugar de culto, pero también es un espacio de arte y cultura. Por un lado, en nuestros planes, entra mantener y mejorar las actividades que están teniendo una excelente acogida, como son el programa de abonados y la reciente alianza cultural con la Asociación de Amigos del Museo de Bellas Artes y, a partir de este año, hemos iniciado colaboraciones con colectivos profesionales, como los Colegios Oficiales de Aparejadores y Arquitectos de Asturias, sin olvidarnos de la importancia de la difusión del Patrimonio Catedralicio entre los escolares asturianos». 

Del mismo modo que los hábitos turísticos cambian, indica, sobre todo después de la pandemia, «nosotros intentamos adaptarnos a esos cambios, sin perder nuestra identidad. Por ello, en las próximas semanas presentaremos una mejora en la visita cultural que estará al alcance de todo el mundo».

Requejo toma la palabra: «La divulgación y difusión de las colecciones del Museo de la Iglesia, la coordinación con las diferentes colecciones museográficas parroquiales, y un plan de educación patrimonial para jóvenes». Y matiza que, a pesar de las buenas cifras de visitantes, «el éxito no se debería medir exclusivamente por el número, sino que deben considerarse otras variables como la excelencia y la calidad de la oferta cultural-religiosa y que su éxito se manifieste en la satisfacción de los visitantes».

Piensa que «hay que tener sueños posibles y trabajar por ellos. Algunos se están cumpliendo y otros están en proceso... Un sueño cumplido es que se dispone de un nuevo espacio para la biblioteca vinculada al museo que esperamos esté listo esta primavera. Uno de los retos más importantes en el que estamos trabajando es en el mejorar las condiciones de exposición y conservación de las colecciones. Otros proyectos inmediatos son la elaboración de la página web del museo, y fortalecer vínculos con las parroquias y otras instituciones para realizar actividades conjuntas de divulgación y difusión». 

Retos que antes de convertirse en proyectos «fueron sueños y, puestos a soñar, me encantaría ser capaz de despertar la curiosidad de los más jóvenes y transmitirles lo apasionante que puede resultar descubrir nuestra historia recorriendo las ocho salas, conociendo y comprendiendo el patrimonio religioso promovido por la Catedral y las parroquias asturianas a lo largo de quince siglos».

¿Tiene Alfonso Palacio un sueño imposible, o casi? «Que el museo pueda completar su ya magnífica colección con una obra de Velázquez». Requejo tiene uno muy importante que requiere generosidad: «Incorporar a la colección aquellas piezas arqueológicas que están en manos de particulares. Es una línea de trabajo que ha dado ya resultados en los últimos años, con ejemplos como la donación de la espada de Sobrefoz o del cráneo de La Lloseta o el depósito de la colección arqueológica y documental de José Manuel González. Es importante que la ciudadanía sepa que si poseen alguna pieza arqueológica resultado de un hallazgo casual o una herencia, su lugar es el Arqueológico para donarla o dejarla en depósito». Así se podrá estudiar o exponer. Lamentablemente, añade, «ocurre que al final, dentro de la familia, se acaba perdiendo memoria de qué era, dónde se encontró o donde está aquella piedra o aquellos huesos o aquel objeto metálico encontrado por el padre o el abuelo, que acaba irremisiblemente desaparecido».

Puestos a imaginar el futuro, Palacio espera que el Bellas Artes siga siendo un museo «centrado en la conservación, investigación y educación al más alto nivel, dinámico y muy vivo y con una proyección social cada vez más importante. Esa sería a mi modo de ver la ‘bonne voie’ a seguir». Asegura que el museo es bien conocido y reconocido fuera de Oviedo y de Asturias, sobre todo dentro del mundo del arte, por la gran calidad de sus colecciones y por el buen trabajo que en todo momento se ha hecho desde él. Pero nunca está de más toda promoción que se pueda hacer del mismo». 

Otilia Requejo, en el interior del Museo de la Iglesia.

Otilia Requejo, en el interior del Museo de la Iglesia. / IRMA COLLIN

No le gusta pensar «en techos, pero que un museo ubicado en una ciudad del tamaño de Oviedo supere holgadamente los 100.000 visitantes en un año es un registro realmente sobresaliente». Nota muy alta que hay que compartir con la Asociación de Amigos de la pinacoteca: «De las cuatro o cinco mejores cosas que le ha pasado al museo en sus cuarenta y tres años de vida. Tenerlos a nuestro lado es todo un privilegio».

Jennifer Puertas mira al futuro con ojos optimistas: «Me gusta referirme al 2022 como el año de la recuperación; a partir del segundo semestre el aumento de visitas ha sido notable, superando las cifras prepandemia. Todo apunta a que, en el 2023, a pesar da la coyuntura económica, las visitas se mantengan al alza. Estamos satisfechos». Dios la oiga.

María Antonia Pedregal quisiera ver en el futuro «una exposición permanente ampliada y puesta al día con los últimos conocimientos científicos, que incluya una amplia sección dedicada a los trece individuos de El Sidrón y la fauna con la que convivían. Un museo que desarrolle proyectos propios y de colaboración en investigación arqueológica que permitan avanzar en el conocimiento de las etapas más relevantes de la historia de Asturias, desde nuestro rico Paleolítico al Prerrománico, pasando por la época castreña. Y con una agenda de actividades consolidada que atienda a todos los públicos. La exposición ‘Covadonga 722-2022. Las huellas y los relatos’, inaugurada el 22 de diciembre, ha supuesto un gran desafío organizativo por el elevado número de piezas (más de cien) cedidas temporalmente por veinte museos e instituciones de todo el país. Partiendo de esta experiencia, estamos ya trabajando en otro proyecto expositivo». Entre sus visitantes, que acceden gratuitamente, hay peregrinos del Camino de Santiago, «y en la remodelación de la colección medieval que pronto acometerá el museo se dedicará una sala específicamente al Camino».

Jennifer Puertas entra al detalle de las visitas: «Por un lado, están las personas que vienen al culto y por otro, están aquellas que vienen a conocer el patrimonio de la Catedral; el equipo de Cultura y Turismo acoge a todos por igual. Este año, indudablemente, el principal atractivo ha sido la visita a la torre que, desde agosto a diciembre, ha acumulado más de 5000 visitas». 

Destaca Palacio que los visitantes del Bellas Artes ensalzan «la profesionalidad, la autenticidad y la calidad en cada una de las propuestas que se le planteen, que sea bien acogido desde el momento en que ingresa en el museo y que todo ello haga de su visita un acontecimiento lo más cercano posible a lo memorable». 

El visitante del Arqueológico, cuenta Pedregal, «queda agradablemente sorprendido por el descubrimiento de este equipamiento instalado en un edificio histórico fundamental en los orígenes de la ciudad -el monasterio de San Vicente- con un claustro del siglo XVI magníficamente conservado y único en la ciudad que, además, cuenta con una instalación museográfica moderna, renovada totalmente hace 11 años, que presenta un discurso de la Historia de Asturias desde la Prehistoria hasta la Edad Moderna. A nuestro público más joven le llama especialmente la atención la escultura a escala 1:1 de una mujer neandertal realizada de manera hiperrealista, los puntos interactivos y determinadas piezas como los sepulcros medievales».

Requejo explica que «la visita está incluida en la visita general a la Catedral y los visitantes tienen perfiles e intereses muy variados. Muchos desconocen que junto a la Cámara Santa se puede visitar el Museo de la Iglesia. La experiencia personal que he tenido con los más jóvenes es que primero se sorprenden o, directamente, muestran desinterés, pero siempre hay una pieza que atrae su atención y cuando se les explica, se despierta la curiosidad y surgen las preguntas y el interés por saber». 

Por cierto, ¿cuál es su pieza favorita? «El díptico consular bizantino conocido como Díptico de Apión. Es una obra muy singular: con estas piezas se celebraban los nombramientos de los cónsules en el imperio romano y, en este caso, se trata de la toma de posesión del cónsul Flavio Strategio Apión, en el año 539. Es la pieza más antigua del museo y fue traída de Roma a Oviedo en el siglo XIII, dándole desde entonces un uso litúrgico, inscribiendo en el reverso un fragmento del Evangelio de San Lucas. También tengo debilidad por la expresión del rostro de El Salvador, atribuido a Alejo de Vahía, el autor de la sillería gótica de la Catedral».

¿Y la de Pedregal? «Resulta muy difícil escoger, entre mis piezas favoritas está el anillo de oro hallado en el dolmen de Mata’l Casare, en el alto de La Cobertoria (Quirós), uno de los testimonios más antiguos del uso de este metal precioso».

Alfonso Palacio, en una sala del Museo de Bellas Artes.

Alfonso Palacio, en una sala del Museo de Bellas Artes. / IRMA COLLIN

Una pausa personal. Alfonso Palacio, cuyo rincón favorito es el jardín, «el lugar perfecto para descansar la mirada», y que nunca olvidará el momento especialmente emocionante de la donación de Plácido Arango», disfruta sobre todo con el trabajo de sala, es decir, «todo lo que tiene que ver con el montaje y supervisión de la colección permanente, la preparación de las exposiciones temporales y la elaboración de las publicaciones correspondientes, el contacto directo con la obra de arte, en definitiva, el momento en el que el gestor da un paso atrás y aparece el historiador del arte». 

Otilia Requejo se siente «muy afortunada porque me encanta mi trabajo, tanto en el museo como en la diócesis. Me apasiona la historia, conocer y entender, y aquí tengo la oportunidad de estar en contacto permanentemente con una parte muy relevante de nuestro patrimonio -el religioso-, y de seguir trabajando en su conservación y difusión. También supone una gran responsabilidad continuar con la labor y el camino abierto por los canónigos don Emilio Olávarri y don Ramón Platero, a quienes admiraba y apreciaba muchísimo».

Pedregal también considera un privilegio «trabajar en este edificio repleto de historia, rodeada de un gran equipo humano del que aprendo a diario, en contacto directo con las piezas arqueológicas, testimonios materiales heredados de nuestros antepasados que integran una colección con un enorme potencial como generadora de conocimiento sobre la Historia de Asturias». 

Antes de cerrar la puerta, un último mordisco a la manzana de los museos, ¿a que es un lujo? Palacio: «Por supuesto. Y además estamos tan cerca los unos de los otros, a apenas doscientos metros…». Pedregal: «Que en el cogollín de Oviedo se concentren los tres museos de mayor entidad para la Historia y la Historia del Arte asturianos es una ventaja que debe ser potenciada. Por ejemplo, desde el punto de vista promocional, pensando en aquellos que puedan venir a visitar la ciudad. Pero, sobre todo, en clave interna, entre la propia población asturiana, a la que hay que animar a acercarse a conocer o a revisitar este patrimonio propio, heredado de nuestros antepasados y que nos explica como pueblo». 

Y Requejo: «La oferta cultural de las tres instituciones es complementaria y podría reforzarse con acciones conjuntas de divulgación y difusión. Existe un proyecto sobre “La manzana de los museos de Oviedo”, promovido por la Consejería de Cultura y elaborado por el historiador del arte Gabino Busto en el que se plantean y proponen medidas en este sentido. En ello estamos trabajando». ¿A que suena bien?

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