Juan Luis Vázquez reinvindica en la Real Academia de Ciencias a la matemática rusa Ladyzhenskaya y su “amor por la verdad y el trabajo”

"Hay que divulgar la singular belleza y asombrosa utilidad de la ciencia, y muy en especial de las matemáticas", sostiene el catedrático ovetense

Juan Luis Vázquez, durante la conferencia de ayer en la Real Academia de Ciencias.

Juan Luis Vázquez, durante la conferencia de ayer en la Real Academia de Ciencias. / RAC

A. Rubiera

Juan Luis Vázquez (Oviedo, 1946), profesor honorífico de la Facultad de Ciencias Matemáticas de la Complutense, catedrático jubilado de la Universidad Autónoma de Madrid y uno de los matemáticos españoles más citados en la literatura científica, se encargó ayer en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de España (RAC) de acercar al público la vida y obra de su colega rusa Olga A. Ladyzhenskaya.

Su intervención, dentro del programa de divulgación de la RAC –de la que es Académico–, no buscaba visibilizar a una matemática más sino a una de las expertas del siglo pasado «que se abrió paso desde unos orígenes difíciles hasta las cumbres de la profesión y que fue ejemplo para hombres y mujeres por su calidad científica y su amor a la verdad y al trabajo bien hecho. Olga Ladyzhenskaya fue grande entre los grandes sin darse importancia. En su edad madura tuvo el apoyo decidido de muchos sabios que fueron al tiempo sus amigos e iguales (y a veces rivales)», sostiene el catedrático ovetense.

Ladyzhenskaya, que tuvo que echarle coraje a la vida desde joven –al estar marcada como hija de un profesor víctima de la gran purga de Stalin en 1937– logró a fuerza de constancia y brillantez imponer su talento en los ámbitos académicos. Nadie pudo poner pegas a sus contribuciones en todo el espectro de las ecuaciones en derivadas parciales siendo pionera en diversas teorías. Publicó más de 250 artículos y fue coautora de siete monografías y libros de texto. Su influyente libro titulado «Teoría matemática de fluídos viscosos incompresibles», que fue publicado en 1961, es un un clásico de la especialidad.

Vázquez quiere hacer ver que «las matemáticas tienen hoy día un papel en la sociedad que atrae la atención del público pues unen la belleza y lógica de su tradición milenaria con sorprendentes aplicaciones a la comprensión y funcionamiento práctico de la sociedad de la información de la era digital. Tenemos una tradición de milenios sin bruscas rupturas y se practican hoy día en todo el globo con enorme consenso social (en el sentido de Habermas, por ejemplo)».

El catedrático ovetense recuerda que su homóloga rusa, fallecida en 2004, estuvo en España visitando varias universidades en los años 90, «en los felices días post Gorbachov, y en particular pasó unos días en Madrid. Hemos mantenido la amistad científica con su grupo de trabajo en San Petersburgo hasta hace un año», relata Vázquez. Una relación que ha quedado interrumpida por la terrible guerra de Ucrania.

Sobre la programación didáctica que hace la Real Academia de Ciencias, de la que Vázquez es académico, el ovetense asegura que la institución «está muy interesada en divulgar la singular belleza y asombrosa utilidad de la ciencia, y muy en especial de las matemáticas, a todas las capas de la población de nuestro país, adaptando las explicaciones al nivel de interés y necesidad de cada segmento. Pero siempre que se entienda que, como en la buena música, hay que hacer el oído a la melodía de los números, las figuras y las funciones y eso lleva algo de tiempo y altas dosis de paciencia y buen hacer». Para ello, dice que «no necesitamos ni TikTok ni superventas, necesitamos muy buenos estudiantes y lectores esforzados. Y mucho amor a los mundos virtuales que de repente son tan cercanos e intrigantes. Todo un reto para los más jóvenes de espíritu con una viva imaginación».

En esa tarea de acercamiento, para Juan Luis Vázquez es bueno que se pongan más nombres y biografías al alcance del público. «Los científicos conocemos cientos de vidas ejemplares de hombres (y por ahora aún en menor medida, de mujeres) que pueblan el metaverso en que vivimos en nuestra profesión, y son una fantástica compañía para la vida. Son vidas asombrosamente variadas, todas en busca de ‘ese algo que hace la diferencia’».

Para disfrutar de ese conocimiento basta, asegura, «con que uno hable pasablemente su ‘idioma’. Dicen que en dificultad es más o menos como el latín o el alemán. Igual ye verdá», comenta con gracia. Y todo ello reconociendo que en el momento actual las vocaciones no son lo que faltan en las matemáticas: «será una buena cosecha si perseveran. Solo la obra bien hecha es la que cuenta en este negociado», avisa.

Respecto a la atrofia que tiene una sociedad que conoce más la vida y milagros de «celebrities» que de científicos, Vázquez es contundente sin perder la ilusión: «La sociedad culta en todos los países ha tenido muy de lado a la cultura científica desde siempre. Con alguna excepción, como el Egipto de los Ptolomeos allá por el siglo III a.C. Nosotros siempre lo hemos visto como un gran desastre. Pero hoy día hay un movimiento compensatorio que hace que, del mismo modo que los técnicos leemos a Cervantes, Shakespeare o Dostoyevski, amamos a Caruso, la Callas o Paco de Lucía, hablamos idiomas y visitamos monumentos y templos; por su parte muchos humanistas se interesan ahora por las ecuaciones diferenciales de Newton y Euler, los secretos de los algoritmos desde el de Euclides, por la máquina de Turing o por la hermosura de los fluidos, como hizo Olga en libros que son famosos».

Y de ella, de Olga A. Ladyzhenskaya, habló ayer abundantemente un asturiano que le rindió honores como gran matemática. «Espero ser digno de la gran Olga de San Petersburgo y su vida ejemplar. Y que a sus alumnos Nina y Vseva, y a Darya y a los demás del POMI (Instituto Steklov San Petersburgo) les agrade», concluyó Juan Luis Vázquez, matemático global nacido en Asturias.