XXX Festival de teatro lírico español de Oviedo: la zarzuela "Pan y Toros" empieza por todo lo alto

Gran éxito del primer título del programa, con el público rendido ante la magistral versión de Echanove del clásico de Barbieri

Estreno de la zarzuela "Pan y toros" en el teatro Campoamor de Oviedo

Miki López

Elena Fernández-Pello

Elena Fernández-Pello

El XXX Festival de teatro lírico español de Oviedo, que patrocina LA NUEVA ESPAÑA, arrancó ayer por todo lo alto, con el público cautivado por el magistral montaje que Juan Echanove presentó en el teatro Campoamor de la gran obra de Francisco Asenjo Barbieri. El auditorio fue especialmente generoso en aplausos con las dos grandes antagonistas, las cantantes Yolanda Auyanet (Pepita Tudó) y Cristina Faus (la Princesa de Luzán), con Borja Quiza (el general Peñaranda) y con el propio Echanove, director de escena e ideólogo de una producción del Teatro de la Zarzuela que muestra la acción a través de los ojos de Goya, máximo inspirador de esta versión.

El teatro Campoamor, minutos antes del comienzo de la primera función del Festival lírico. | Fernando Rodríguez

El teatro Campoamor, minutos antes del comienzo de la primera función del Festival lírico. | Fernando Rodríguez / Elena Fernández-Pello

"Pan y toros" llegó a Oviedo precedida por el éxito que obtuvo en sus representaciones en Madrid y el público carbayón, que es entendido y exigente, ratificó el acierto de la versión desde su inicio. De la dirección musical se encargó Virginia Martínez, al frente de Oviedo Filarmonía, que arrancó con la melodía de la Marsellesa entreverada entre las melodías netamente españolas, en un escenario ennegrecido en el que las pinturas negras de Goya se proyectaban elevándose como figuras fantasmagóricas, mientras las intrigas de la camarilla palaciega iban desvelándose.

El primer cuadro: un calco del acto de fe de la Inquisición retratado por Goya, con el populacho entregado a sus divertimentos y una severa crítica a la Iglesia a través del personaje de el santero, interpretado por Alberto Frías. Luego las castañuelas y una popular seguirilla manchega.

La escenografía, cargada de simbolismo y mensajes más o menos ocultos, acompañó una obra en la que Barbieri reparte estopa entre la nobleza y el clero, y en la que retrata la miseria y la ceguera, propiciada por sus gobernantes, del pueblo llano. En la última parte, "Pan y toros" se trasnforma en una gran oda al amor y a su poder redentor.

A lo largo de la zarzuela, concebida por su autor como toda una ópera española, se encadenan músicas de influencia europea, francesa e italiana y las cadencias más castizas. También pasajes de música religiosa, como la emocionante "Salve", uno de los momentos culminantes de la función.

Yolanda Auyenet (Pepita Tudó), en el centro, con Bárbara Fuentes (la duquesa) y Enrique Viana (el abate Ciruela) en «Pan y toros». | Miki López

Yolanda Auyenet (Pepita Tudó), en el centro, con Bárbara Fuentes (la duquesa) y Enrique Viana (el abate Ciruela) en «Pan y toros». | Miki López / Elena Fernández-Pello

"Pan y toros" brilla por el gran trabajo coral, a cargo de la Capilla Polifónica "Ciudad de Oviedo", que estuvo dirigida por José Manuel San Emeterio. También con los prodigiosos duetos entre Auyanet y Faus. El último hay que agradecérselo al maestro Emilio Casares, que lo recuperó de entre los papeles de Barbieri y lo devolvió a la partitura. El músico lo había retirado porque, dada su dificultad, era difícil encontrar voces femeninas que pudieran girar por toda España y por otros países interpretándolo como se requería.

Casares fue ayer un espectador de excepción en el Campoamor. Desde una de las plateas del teatro siguió bien atento toda la representación y hasta allí se acercó en el intermedio Juan Echanove, a rendirle sus respetos y declararle su admiración. El maestro se lo agradeció, elogiando su trabajo: "Esta obra es cada vez mejor".

"Pan y toros" acaba como todos están esperando, con el librepensador Jovellanos (César Sánchez), tan citado y deseado durante toda la obra, en las tablas, lanzando un alegato patriótico y con una pregunta, con la que la escena se funde en negro, a la que cada espectador deberá dar respuesta: "¿Resucitará la verdad?".

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