Una esperanza de Asturias, por Graciano García

Graciano García

Graciano García / IRMA COLLIN

Graciano García

Graciano García

Hace cuatro años, en respuesta al llamamiento de las Naciones Unidas a celebrar en el mundo, cada 21 de marzo, el Día Mundial de la Poesía, nació en Asturias una esperanza. Se llama Asturias, Capital Mundial de la Poesía, una iniciativa única en el mundo. 

Los pueblos necesitan grandes ideales colectivos, escribió el gran politólogo francés Maurice Duverger, para ir al encuentro de la tierra prometida. La grandeza de los hombres y de los pueblos se mide por la cultura que poseen. Un país sin proyectos ilusionantes, una nación que no lee, no puede progresar. Lo dijo el gran escritor Amos Oz, «donde no hay poesía triunfa el mal»; belleza, luz y versos están unidos; «al mundo le faltan versos y le sobran fanatismo, violencia», escribió Julián Marías, y otros males que están en la mente de todos. La poesía educa la sensibilidad y nos abre a otros mundos interiores. Nos invita a amar más intensamente la vida. Federico García Lorca dijo que la poesía es una alerta a la sociedad. Y hay que estar despiertos, porque sin conocimiento, sin ideas, sin libros, sin poesía, un día podemos descubrir que nos han robado la esperanza, es decir, todo. La Poesía ilumina al mundo, es la voz más antigua de la tierra, decía el gran poeta León Felipe. Es el género literario supremo y el más milenario.

Asturias, Capital Mundial de la Poesía, nace para embellecer aún más a nuestra tierra, para unir versos, cultura, democracia, libertad y concordia. La iniciativa fue pronto acogida con entusiasmo en toda Asturias. Un día, en su honor repicaban las campanas de la basílica de Covadonga; otro día, en las aulas de muchos colegios se escribían y se recitaban versos; otro, aparecían poemas colgados en las ramas de los árboles de un bosque del concejo de Boal; otro, en piedras del Camino de Santiago, un camino de poetas, se descubrían dibujados versos y pequeños poemas; otro día, pequeños barcos de papel con poemas surcaban las aguas del mar Cantábrico, y en Oviedo, el Ayuntamiento creaba una hermosa plaza de la Poesía. Asturias se entregaba a la poesía, pues, como escribió alguien al unirse con entusiasmo, «el proyecto llega en este tiempo devastador al que, como nunca antes, tal vez le falten versos».

Quiero agradecer a los que rápidamente se unieron a la idea para convertirla en realidad: Ignacio Martínez, José Antonio Caicoya, Sai Ruiz, Pilar Rubiera, Juan García, Cristina Jerez, Antonio Palicio, Rodrigo Cepeda, Carlos Suárez Cué, Galo Mateo Villegas, Iván Alonso y Ana Alonso Palenzuela. Otros dieciocho mil, asturianos en su mayoría, se fueron uniendo libremente, y sin compromiso alguno, como fundadores. También recibimos, desde el principio, el apoyo incondicional de dos astur-mexicanos de excepción: Antonio Suárez y Carlos Casanueva. No quiero dejar de mencionar en este párrafo a mis hijos, Pelayo y David. Mención especial deben tener el presidente del Principado, Adrián Barbón –del que recibí las primeras palabras de compromiso con la idea y de ánimo para llevarla adelante– y el apoyo incondicional de Alfredo Canteli, alcalde de Oviedo, que en todas las horas no ha dejado de estar al lado de esta idea que está iluminando a nuestra Asturias. Al mismo tiempo llegaban importantes apoyos de relevantes personas e instituciones: de premios Nobel, como Mario Vargas Llosa; de miembros de la Real Academia de la Lengua Española, como Luis María Anson, de ministros del Gobierno de Europa y de la presidencia de su Parlamento, de la Junta General, máximo órgano representativo de la región, que por unanimidad tomó el acuerdo de sumarse al proyecto, como también lo hizo el pueblo hermano de Portugal a través del Gobierno de las Azores.

Esta espléndida acogida refuerza nuestra convicción de que no hay fuerza más poderosa que la de una idea a la que le ha llegado su hora. Me emociona muchísimo ver cómo una idea tan mágica crece y se convierte en una maravillosa realidad. Mejorar el mundo es posible, tal como me ha dicho una joven fundadora del proyecto, Rocío Díez García.

Ha pasado el tiempo y me reafirmo en una idea que me ha guiado desde mi niñez: hay que tener sueños para llenar de vida a la vida. Como los viejos y diestros marinos, hay que tener el coraje y salir del puerto seguro, navegar en el mar abierto y disfrutar del gozo de la navegación. Es importante tener un sueño que cumplir. No importan los riesgos por emprender. He recibido muchas satisfacciones y este es un ejemplo.

Para finalizar quiero recordar unas palabras pronunciadas recientemente en una conferencia en la Feria del Libro de Guadalajara, México, por el poeta rumano Mircea Cartarescu: «El arte de la poesía, siempre a la búsqueda de la belleza, siempre agonizante y siempre resucitada, se ha encontrado invariablemente entre los medios más eficaces para reavivar las conciencias, para despertar la dignidad humana, para preservar la libertad siempre amenazada en nuestro mundo hobbesiano. La poesía es, de hecho, otro nombre para la libertad».