Xulio Viejo ofrece un profundo viaje por «La llingua n’Asturies al traviés de los sieglos», libro que ayer presentó en el Edificio Histórico de la Universidad de Oviedo acompañado por Antón García, director General de Política Lingüística, y la periodista Pilar Rubiera. Doctor en Filología Románica y profesor titular de Filología Española, Viejo explicó a LA NUEVA ESPAÑA que «el libro como tal nace como reelaboración del discurso preparado para la exposición ‘Voces’ de 2018. Fue, redondeando, un año de trabajo pero en el que se resume una investigación a la que ya llevo dedicados más de treinta».
Su trabajo ofrece «una historia social del lenguaje en el territorio asturiano que toma como eje y motivación principal el asturiano pero también sus antecedentes y su contexto sociolingüístico en el que, lógicamente, debe contemplarse la coexistencia con el castellano desde finales de le Edad Media. En este sentido, hace un esfuerzo por explicar –evitando mistificaciones– el proceso de entrada y aclimatación del castellano en Asturias, su convivencia con el asturiano y su particularización local».
Hay muchas y notables aportaciones a la historia social del lenguaje en el territorio asturiano, afirma: «los estudios pioneros de Menéndez Pidal o Lapesa sobre documentación medieval, la obra monumental de García Arias en todos los aspectos de la lingüística histórica y otras aportaciones igualmente relevantes como las de Xuan Carlos Busto sobre los siglos XVIII–XIX, Rafael Rodríguez Valdés sobre el movimiento obrero o Inaciu Galán sobre el período franquista, entre otras. Lo que se echaba en falta era integrar todo ese conocimiento en un discurso histórico inclusivo, unitario y coherente, en el que aún puede decirse muchas cosas».
¿Sorpresas? La historia del asturiano, explica Viejo, «refleja el proceso formativo propio de cualquier lengua románica. Desde ese punto de vista, sorpresas pocas, más allá de los condicionantes específicos que tuvo que afrontar. Quizá lo que rompe cierta idea preconcebida que pudiera tenerse al respecto es la alta estimación y el valor simbólico que tiene la lengua asturiana entre ciertas élites sociales entre los siglos XVI y XIX, pese a la progresiva institucionalización del castellano. El ejemplo de Jovellanos y su círculo ilustrado es paradigmático y nada excepcional».
Evidentemente, afirma, «la castellanización supuso un revés para las posibilidades de afirmación institucional del asturiano y la plena normalización de su uso social. Otra cosa es que, una vez que se asienta una situación de bilingüismo diglósico desde finales de la Edad Media y se asume una determinada distribución de funciones sociales para una y otra lengua, esa coexistencia no se expresa siempre en términos de confrontación. De hecho, incluso entre élites castellanizadas de la Edad Moderna el asturiano conservaba su propio prestigio histórico y era merecedor de respeto y reivindicación cultural».
Hablemos de hitos: «En primer lugar, la romanización a la que se remonta el origen de las lenguas románicas y por tanto del asturiano. Los primeros indicios romances en los pergaminos más antiguos, el Fuero de Avilés como primer texto en asturiano, las primeras muestras de conciencia lingüística diferencial que se documentan en el mismo siglo XII, la castellanización de los usos oficiales en el XIV, la primera literatura conocida en asturiano en el XVII, los primeros ensayos de estudio filológico y normativización en el XVIII, el proceso de minorización que empieza a acusarse en el XX y el contrapuesto de reivindicación que se abre con la recuperación de la democracia a la muerte de Franco».
La realidad actual «es fruto de un proceso complejo y paulatino que arranca con el desplazamiento del asturiano por el castellano en los usos formales desde el siglo XIV y se acelera con las transformaciones sociales vinculadas a la industrialización y el paso de una sociedad rural a otra urbana, acusadamente desde el XX».
¿Se valora lo suficiente lo que para el patrimonio cultural supone la riqueza lingüística? «Lo valora quien lo valora, desgraciadamente ni toda nuestra sociedad, ni todas sus instituciones o poderes mediáticos y creo que perdemos mucho como sociedad mientras se mantenga esa desidia hacia nuestro patrimonio lingüístico y cultural en general. Corremos el serio riesgo de perderlo todo como comunidad, y así nos va».
La tradición literaria es una gran desconocida «en general, pese a la popularidad de algunos autores o la reivindicación reciente de otros, como Fernán-Coronas. La propia literatura actual, que tiene cosas muy interesantes que ofrecer al lector, está por descubrir para gran parte del público asturiano, en buena medida por la falta de visibilidad en los medios y por una escasa actividad crítica». La llingua, hoy, «es evidente que está mal, con una pérdida dramática de hablantes que no se ve compensada por la visión más positiva y reivindicativa desarrollada de las últimas décadas y pese a algunos logros importantes que se han ido consiguiendo. Necesita voluntad por parte de quién se reconoce en ella, respeto por parte de quién no y el amparo institucional que se le debe de acuerdo con las leyes asturianas, españolas y europeas y los consensos propios del mundo civilizado en lo que se refiere a la protección de la diversidad lingüística mundial».