Entrevista | Adriana González Soprano, interpreta el "Requiem" de Verdi con la OSPA y el Coro de la Fundación

Adriana González, soprano: "El Requiem de Verdi es el concierto de rock más grande de la música clásica"

"Al público que vaya a la cita con la OSPA le diría que vaya con la mente y el corazón abiertos, y con pañuelo en la mano"

Adriana González

Adriana González / © Marine Cessat Begler

Alicia Pajón

Alicia Pajón

El concierto extraordinario de Semana Santa de la OSPA permitirá escuchar el 31 de marzo a solistas de primera que, junto a la Orquesta del Principado y al Coro de la Fundación Princesa de Asturias, interpretarán el "Requiem" de Verdi bajo la batuta del director principal, Nuno Coelho. Adriana González (Guatemala, 1991), la aclamada soprano ganadora de Operalia en 2019, explica para LA NUEVA ESPAÑA algunas claves de la pieza y habla de su trayectoria.

-¿Cómo fueron sus inicios en el mundo del canto?

 -Empecé en el mundo de la música en el colegio. Estaba en una banda de rock que habíamos hecho en la clase de música. Tuvimos un súper maestro que nos ayudaba a organizar todo con conciertos, nos ponía a hacer entrenamiento auditivo… Él fue el que nos motivó a hacer música y nos ayudó a tener un entrenamiento de un oído relativo. Existe la gente que tiene oído absoluto, que escucha una nota y la canta, pero yo no nací con eso. Sin embargo, este maestro llegó a entrenarnos tanto que podíamos reconocer los sonidos y replicarlos fácilmente. Yo decía “esto es fascinante” y a raíz de eso empecé a tocar más instrumentos como la guitarra, el piano… Y empecé a cantar. Fue cuando decidí que quería dedicarme a la música. Sabía que en Guatemala había un montón de gente que cantaba en bandas y en bares… pero yo no sabía que eso era un trabajo. Cuando lo descubrí sí que dije “quiero ser músico, quiero dedicarme a esto”.

-¿Tuvo apoyo de la familia?

-Mi mamá me apoyó al 100% y me dijo: "bueno súper, solo necesitás aprender a leer música y tenés que dejar de gritar” (risas). Y con su apoyo fui a clases de canto y a la Universidad a estudiar teoría musical, orquestación, armonía, dirección coral… pero no había canto en la Universidad a la que yo fui, ni en muchas universidades en Guatemala. No existía una carrera en interpretación vocal para el canto lírico, así que tuve que ir con una maestra privada, que se llamaba Bárbara Bickford. Falleció en 2019, justo un mes antes de Operalia. Cuando la conocí ella me dijo "¿qué quieres cantar? tienes que aprender la técnica clásica. Mira tengo aquí unas partituras para ti y un par de discos. Apréndete 2 o 3 canciones para la próxima clase”. Me explicó sobre la respiración, un par de vocalizaciones y me mandó para casa. El disco era nada menos que Cecilia Bartoli cantando las Arie Antiche con arreglos orquestales y con piano. También Dimitri Hvorostovsky cantando Arie Antiche y yo pensando “qué expresión más increíble”. Que puedan moldear la voz de esa forma, que sea tan piano, que sea tan fuerte, expresivo, sensible, triste, feliz… La articulación del texto era algo nuevo para mí. Yo había escuchado grabaciones de María Callas, porque mi mamá era super fan de Callas, pero la Callas así vieja. Ahí pensé: “bueno que esa es la ópera me pela un poco, no quiero saber nada de eso”. Después, con esta otra expresión de Bartoli y Hvorostovsky cuando eran incluso más jóvenes y cantaban estas orquestaciones magníficas de Arie Antiche de música barroca, me llamó muchísimo la atención. Se sumó además el hecho de que de adolescente no me hacía entender demasiado bien, sin embargo, cuando cantaba era súper fácil que la gente entendiera lo que estaba queriendo decir y las emociones que estaba teniendo. Fue un flujo de expresión para esa Adriana adolescente que encontró cómo comunicarse con el mundo.

-Y tras estudiar en Guatemala vino a Europa

 -Eso fue una cosa de pura suerte. Imagínate que un vasco y una guatemalteca se encuentran en una gira de coro en Chipre. Pues tal cual. Así fue cuando conocí a Iñaki Encina, un director de orquesta vasco que también un es excelente pianista. Él me descubrió en esa gira de coro. Tenía unos 19 años y me dijo posibilidades para estudiar. Un año más tarde me invita a hacer un proyecto en París. En ese momento yo no tenía nada más que hacer, me acaban de decir del conservatorio de San Francisco en Estados Unidos que no me daban una beca. Estaba destruida, pensaba: “se terminó el sueño, no voy a estudiar nunca, no puedo pagarme esta carrera, es muy cara”. Y de repente, llega a Iñaki con una proposición, donde me daba trabajo en París, así que me fui sin pensarlo dos veces. Y así ha sido mi vida desde entonces.

-Usted es conocida especialmente por su faceta operística, pero también canta zarzuela y otros géneros. ¿En qué repertorio se siente más cómoda?

-En realidad, empecé cantando rock y jazz cuando era adolescente. Pero desde que empecé a cantar lírico ya no he vuelto a cantar jazz, ya no he vuelto a cantar rock. Lo que sí me gusta mucho es el lied, todo lo que es la melodía en la música de cámara. Es un formato más íntimo, es demandante como la ópera, pero no tienes que pasar una orquesta, solo es con piano, entonces la expresión es un poco más delicada. Pero el jazz y el rock me encantan, aunque ya no los canto como quisiera.

-Cantar algo como el Requiem, de Verdi, es un giro muy grande. ¿Cómo se prepara una para algo así?

-Primero te llega la propuesta y se te cae la cara porque pensás que no puede ser de verdad que te toque cantar eso. O sea, es como cuando te dan el rol de la vida cantar esta música; es como el concierto de rock más grande de la música clásica. Cuando te pasa la impresión es cuando te empiezas a preparar técnicamente. Es un repertorio bastante pesado para la soprano, es todo muy expuesto. Para todos los solistas es muy difícil. La que tiene más que cantar es la mezzosoprano, pero después le sigue la soprano. La soprano tiene muchísimas partes que son super delicadas, en las que si gritas con la voz no tienen el mismo efecto que lo que Verdi había escrito, con la delicadeza que él busca en ciertas partes de la partitura. Esta obra requiere de mucha preparación técnica. También escucho lo que han hecho grandes del pasado, como Montserrat Caballé, Margaret Price, Jessye Norman… Y los directores de orquesta, mirando cuáles son sus decisiones musicales. Se hace un gran análisis técnico musical dramático. Después viene ya la función, donde es importante que estés bien coordinado con tus colegas, haber hablado qué vamos a hacer. Todo es un gran proceso para el réquiem de Verdi.

-Comentaba lo compleja que es para la mezzo, pero esta pieza es especialmente exigente para la soprano. ¿Cuál es la mayor dificultad que encuentra al interpretarla?

-Yo diría que la parte más difícil de toda la obra es el Agnus Dei. También el Libera Me, el último número de la soprano y el último de la pieza. Pero el Agnus Dei que viene antes, no sé por qué, está en Do Mayor, es la parte que debería de ser más fácil, donde la mezzo y la soprano están al unísono, solo a la octava de diferencia. Eso es lo más delicado, lo más incómodo, porque tenemos que estar completamente juntas, tiene que sonar como una sola voz en diferentes octavas. Está escrito pianísimo al principio. Es tan expuesto, tan delicado, es una piedad, quieres pedir “cordero de Dios”. Quieres que esa imploración esté en la voz también, lo que lo vuelve más delicado. Tienes que tener los nervios para manejar tu flujo de aire y todo técnicamente bien, pero que tenga esa emoción y esa sensibilidad, esa dulzura, que te quiera dar lástima ese momento.

 -Lleva girando por distintos países con esta pieza en particular, ¿puede contarnos cómo está siendo la experiencia?

-Super diferente cada una. La primera, en Lisboa, fue con Lorenzo Viotti en el Gulbenkian en Lisboa, y fue super rock and roll. Viotti tiene mucha energía como director de orquesta. Después, en Dallas, unos tres meses más tarde, fue con Fabio Luisi y eso fue una experiencia completamente diferente, simplemente por cómo nos ubicábamos el coro, cantantes y orquesta. Además, Fabio Luisi tiene otro temperamento. Es un poco más introspectiva la lectura que él le dio a la pieza. El tempo era un poco más lento, un poco más reposados. Fue una experiencia muy diferente, aunque igualmente gratificante. En una obra existen tantas interpretaciones… Tengo muchísima ilusión también de descubrir esto con Nuno Coelho, de ver qué energía y qué interpretación vamos a darle esta vez.

-¿Qué les dice a los que vayan a acudir al concierto, qué pueden esperar?

-Que lleven bastantes pañuelos porque va a haber muchísima lloradera. Es una obra muy impresionante para la persona que la oye por primera vez y va con la mente y el corazón abiertos. Es una experiencia muy espiritual que puede ser como una meditación, es algo que te puede hacer tener una introspección muy grande, también una reflexión muy grande. Personalmente siento las ganas de llorar a veces escuchando solo la orquesta o solo el coro. Me da una nostalgia increíble de escucharlo. Entonces que vayan así, con la mente y el corazón abiertos y con pañuelos en la mano.

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