La Cátedra Emilio Alarcos Llorach reanuda su actividad tras la programación extraordinaria por el centenario del lingüista que le da nombre con la presentación del ensayo «Alma, nostalgia, armonía y otros relatos sobre las palabras», una obra conjunta de Soledad Puértolas y Elena Cianca. Las autoras conversarán sobre su libro mañana martes, a las 19.30 horas, en el Aula Magna del edificio histórico de la Universidad de Oviedo, en un acto abierto, que presentará la profesora Concha Fernández de la Hoz y la directora de la institución que lo organiza, Josefina Martínez.
La lexicógrafa de la Real Academia Elena Cianca (Madrid, 1960), experta en español jurídico, ha sido la cómplice de Soledad Puértolas en el singular ensayo sobre las palabras.
–¿De quién partió la idea?
–De Soledad. Habíamos coincidido en la Comisión de Cultura de la Academia y a partir de ese trabajo, a ella se le ocurrió hacer algo más particular. Estábamos en la misma sintonía y a ambas nos gusta la lexicografía. Este ensayo no tiene precedentes. Hay trabajos de semántica, de lexicografía, pero algo así, en lo que se estudian las palabras, sus orígenes..., y con intenciones divulgativas, para unos lectores distintos a los académicos, no lo había. Es ameno, muy asequible. Da una perspectiva distinta de lo que son las palabras. No sabíamos muy bien por donde iba a ir, claro. –¿Demasiado material de trabajo?
–Sí, de unas palabras más que de otras. Nosotros, en la Academia, accedemos a los corpus lingüísticos, bases de datos literarias desde los orígenes del español. Hay palabras que están en todas las obras o prácticamente todas: «persona», por ejemplo. Yo me encargaba de la parte filológica y de la búsqueda de material. Hay muchísimo y según los textos desarrollas una idea, y vas contando la vida de esas palabras, cómo van naciendo significados. Algunas palabras son muy jóvenes, aparecieron en el siglo XIX, y otras están ahí desde el principio.
–Parece una tarea interminable.
–Hemos dedicado a este libro seis años, más uno de edición: siete en total. Es un ensayo escrito a partir de una base filológica que hemos conformando abordando las palabras en los mismos textos literarios. Extraíamos todos los textos donde aparece una palabra, «persona», por ejemplo: en Berceo, Cervantes… Y a partir de ahí veíamos la evolución de la palabra.
–¿También se puede ser partidista al escribir la historia de una palabra?
–Si nos ceñimos a lo científico es como una ciencia pura, un análisis objetivo. Nosotras no nos limitamos al significado puro, lo nuestro es una interpretación, conocer su vida. Igual que nosotras cogemos unas palabras otros autores hubieran cogido otras, todos veríamos el mismo significado en la palabra pero cada uno la contaría a su manera.
–¿Discreparon mucho durante la escritura del libro?
–Siempre hemos estado de acuerdo. Hemos estudiado muchas otras palabras que no aparecen en el libro, que es como una narración, como un encaje de todo ello. Han sido estas, pero podían haber sido otras. Algunas las desechamos porque teníamos que extendernos mucho con ellas. Empezamos a trabajar con la palabra «solidaridad» y al final no está en este libro.
–¿Podría haber una segunda parte?
–Es muy costoso hacer un libro así. Está hecho para lectores con interés por la lengua. Hay un nicho de lectores ahí, de «El infinito en un junco» es increíble que se hayan vendido tantas ediciones. Hay interés por la lengua, se nota con la polémica sobre la tilde de «solo», y también se consulta mucho el diccionario.
–¿Usted acentúa «solo»?
–La ortografía se aprende de pequeño y es algo que cuesta cambiar, es una seña de identidad y la gente se agarra a ella. Yo no pongo el acento, porque está argumentado y es más cómodo, se evitan muchas faltas de ortografía. Lo caprichoso no tendría sentido, pero en este caso no es caprichoso. Antes del siglo XVIII no había ortografía, pero también facilita la lectura.
–¿Su palabra preferida? ¿La que más aborrece?
–La palabra «enfermedad» me gusta menos que «salud», pero todas son muy interesantes. «Persona», «humanidad», «curiosidad» también es una palabra preciosa, «misterio», «imaginación», «recuerdo»… Palabras cuya percepción ha ido cambiando a lo largo de la historia, que antes eran positivas y ahora son negativas, o al revés; como «imaginación», ahora está bien considerada pero antes no, y eso se ve en los textos, basta leer a Santa Teresa de Jesús refiriéndose a ella.