Entrevista | Jorge Alvar Médico español, asesor científico de DNDi

"Después de los primeros doce medicamentos entregados hay un plan para otros 15 antes de 2030"

"Nuestro trabajo no es llamativo por dedicarnos a enfermedades que no cruzan fronteras por ser las asociadas a la pobreza"

Jorge Alvar.

Jorge Alvar. / Tino Pertierra /

Tino Pertierra

Tino Pertierra

Jorge Alvar (Granada,1952) tiene un curriculum que impresiona: doctor en medicina por la Universidad Complutense y diplomado en Medicina Tropical por el Instituto Bernhard Nocht, jefe de área en el Centro Nacional de Medicina Tropical del Instituto de Salud Carlos III, académico de número de la Real Academia Nacional de Medicina y...

–Después de ocho años en la OMS al frente del programa mundial de leishmaniasis, me uní en enero de 2013 a DNDi para dirigir el programa de esa misma enfermedad durante cinco años. En 2018 pasé a ser asesor científico del programa, situación en la que sigo en la actualidad.

–¿Qué supone colaborar con una entidad tan especial?

–Realmente mucho porque completa la visión integral que se puede tener de una enfermedad. Durante 22 años fui investigador en los laboratorios del Instituto de Salud Carlos III, durante los ocho años siguientes llevé la gestión de un programa global en la OMS en relación directa con los gobiernos, y en los 10 siguientes –en DNDi– retomé la investigación clínica, en el terreno y en contacto con enfermos e investigadores de muchos países en Asia y África.

–¿La sociedad conoce DNDi y su importancia?

–DNDi es muy conocida en el ámbito de la investigación y cooperación científica en enfermedades infecciosas. Nuestro trabajo, sin embargo, no es llamativo en el contexto general por no dedicarnos a enfermedades que crean alarma social como son las patología emergentes sino, precisamente, a las otras, las que no cruzan fronteras por ser las asociadas a la pobreza, las de las gentes que no tienen voz política y por tanto en las que no se invierte en I+D proporcionalmente al daño que causan. Hay que tener en cuenta que hablamos de unos 1.500 millones de personas que padecen alguna de estas enfermedades, también llamadas enfermedades tropicales desatendidas.

–Hablemos de logros.

–En dos ámbitos diferentes. Por una parte, el modelo de cooperación que tiene dos direcciones. Una dirección trata de la cooperación científica. Este tipo de cooperación no es la habitual, es diferente a la orientada a crisis humanitarias o cooperación sustitutiva. Trabajamos con plataformas regionales de científicos, creando buenos técnicos y buenas infraestructuras, lo que supone un bien añadido para los países endémicos por la retención de científicos locales pues encuentran un ámbito de trabajo de altura internacional que les invita a no abandonar su país. En estos 20 años DNDi ha capacitado más de 7.000 técnicos de distintos niveles. Es un modelo de cooperación científica traslacional, de igual a igual, donde las prioridades se definen desde los países endémicos.

–DNDi no tiene laboratorios propios...

–Por lo que establece su potencial con redes de investigación virtuales. El modelo de colaboración para el desarrollo de muchos fármacos puede requerir la participación de laboratorios, muchos de primera línea. Son cómplices de nuestro compromiso. Ellos tienen bancos con moléculas potencialmente útiles. En este caso, se les acompaña para orientar el diseño de los posibles fármacos de acuerdo a las necesidades reales de una determinada enfermedad, definidas en los países afectados. Si un candidato alcanza las garantías y eficacia requeridas para saltar a su uso en el humano, es ahí donde DNDi interviene con experiencia de terreno y redes de investigadores locales. Todos ganan optimizando recursos y conocimientos.

–¿Más frutos del trabajo?

–Los 12 medicamentos que se han entregado y que tienen que ver con la malaria, el sida, la leishmaniasis, la enfermedad del sueño, el mal de Chagas, la hepatitis C, etcétera. Ahora hay muchas más oportunidades para estos enfermos. También porque se trata de medicamentos asequibles ya que DNDi no obtiene beneficios de ellos: o bien se donan los derechos a otros organismos internacionales especializados, o bien se negocia con los laboratorios farmacéuticos que los desarrollaron y quieren producir para que tengan un beneficio limitado, razonable. En cualquier caso, el coste de producción de cualquiera de estos medicamentos es muy, muy inferior a lo que ocurre de manera habitual en la industria farmacéutica.

–Retos.

–Hay un plan estratégico bien definido que quiere ofrecer otros 15 nuevos medicamentos antes de 2030. Y es posible, pero se requiere cada vez más financiación. Este puede ser el cuello de botella, conseguir 1.100 millones de euros para 2028. Hasta 2022 se han logrado unos 820 millones pero todo cuesta mucho más. Un 60% sde nuestra financiación es dinero público competitivo, es decir, mediante concurrencia a proyectos de investigación o apoyo institucional, mientras que el 40% restante es dinero privado de organizaciones como MSF, la fundación Gates...

–¿Qué programa ha evitado más muertes?

–Esta pregunta es interesante porque me permite explicar que, más allá de tratar enfermos, la contribución de DNDi es aunar esfuerzos en programas de eliminación de ciertas enfermedades que lidera la OMS. Somos una pieza más de un puzzle. Nuestra función es proporcionar herramientas terapéuticas, otras instituciones contribuyen en vigilancia epidemiológica, otras en control vectorial, etcétera. Como especialista en leishmaniasis y testigo de primera fila desde el día 1 en el que se lanzó el programa de eliminación de la leishmaniasis en la India, Nepal y Bangladés en mayo de 2005, con 200.000 casos, desde entonces, entre todos, sin excepción, se ha reducido el número de casos a 1500 en 2022. No sólo son las personas tratadas y curadas, sino las muertes que podrían aún seguir sucediendo sin no se acometieran programas de control integrales. Por eso, el valor añadido va mucho más allá que casos tratados, se trata de contribuir a la salud de las poblaciones.

–¿Se puede evaluar el impacto de la pandemia de Covid?

–Todavía no tenemos la distancia temporal suficiente. Necesitamos varios años para ver la tendencia real de las curvas. Nos ha pillado a todos sin la preparación para una respuesta inmediata. Por ello, DNDi está incubando una nueva estructura, llamada Covid-19 y Respuesta a Pandemias, que en un plazo razonable se escindirá. Se trata de alinearnos con las posiciones que la Unión Europea y los gobiernos están adoptando pero con la particularidad, como no podría ser de otra manera, de apoyarse en una gran red de los países del sur para que no queden relegados de los ensayos clínicos que puedan suceder, tal y como ha pasado con las vacunas del Covid que se han hecho sin tenerlos en cuenta.

–¿El cambio climático hace aún más dramática la situación?

–Claro, y aunque no tenemos datos específicos en las enfermedades tropicales, la sensibilidad por este problema es absoluta en DNDi y se ha creado una línea de trabajo horizontal pues la temperatura y humedad modifican el comportamiento de los insectos vectores, la nutrición de estas poblaciones, los recursos hídricos con lo que conlleva para la estabilidad social, la biodiversidad y la aparición de nuevas enfermedades. Nuestro trabajo no se desmarca de los otros aspectos inherentes a la enfermedad y los motivos por los que se enferma; aunque nuestra parcela es la terapéutica, entendemos bien los otros aspectos que nos rodea y que son la base de los Objetivos Sostenibles del Desarrollo: el individuo, sí, pero en una sociedad, y una sociedad en un medio ambiente.

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