Asturias exporta talentos

Sara Torres reivindica la imaginación "para crear espacios más amables"

"Me encantaría pasar mis últimos años en una gran casa en Asturias, compartiendo con amigas cuidados, jardín, libros y cocina"

Sara Torres. | Alba Ricart

Sara Torres. | Alba Ricart / Tino Pertierra

Tino Pertierra

Tino Pertierra

SARA TORRES (Barcelona). Nació en Gijón en 1991. Ganó el premio «Gloria Fuertes» de poesía joven en 2014 con «La otra genealogía», obra a la que siguieron «Conjuros y cantos», «Phantasmagoria» y «El ritual del baño». Su primera novela, «Lo que hay», recibió de los libreros españoles el galardón «Javier Morote» a la revelación de la temporada. Se doctoró en la Universidad Queen Mary de Londres con la tesis «El texto lesbiano. Fantasía, fetiche y devenires queer». Está considerada una de las voces literarias más pujantes del momento.

"Quiero dos cosas: lo extraordinario y dejar de sufrir".

Lo escribió Esmeralda Berbel y lo comparte la escritora gijonesa Sara Torres. Que vuelve la vista atrás y se da cuenta de que "todos mis recuerdos espaciales de la infancia son bellos. Qué suerte".

Una primera imagen: el mar tras la iglesia de San Lorenzo en Gijón. "Mi madre esperando a la salida del cole para llevarme a tomar un sol tímido de finales de junio. Perseguir el sol era una actividad azarosa siempre, una no sabía cuánto iba a durar. El viento de Nordeste a menudo acompañaba dejando una sensación de destemple. Luego pienso en la montaña y en los paseos con mi padre nombrando los animales y los árboles. El valle de Aller y el olor de la piel de los caballos mojados, porque vivían libremente y sobre ellos caía la lluvia y la nieve". Un sabor: "Queso, parrochas, fuentes de patatas y pimientos que acompañan los platos. Me recuerdo chiquitita agarrada al cinturón de mi padre para no resbalar, pisando entre piedras en el camino enfangado. Y luego encima de una yegua negra sin domar que me llevaba a donde quería en la montaña, y por eso y porque no había cobertura en la montaña, yo salía con un walkie en lugar de un móvil, y le iba contando a mi padre la aventura desde lejos".

Hace once años que no vive en el Principado. Lo que más echa de menos "siempre son los rituales diarios con la familia, hacer cualquier plan pequeño juntos, charlar, comer. Mi abuela, estar en su casa y que aparezcan mis tíos y tías y primas. La amabilidad de la gente en los comercios, poder charlar con libertad con conocidos y desconocidos, interesarte por sus vidas genuinamente y que se preocupen por la tuya. Me pone la piel de gallina recordar el mar golpeando los lindes de una casa en Tazones, el baño en esa pequeña playa a primera hora de la mañana y el paseo a la tarde por Villaviciosa. También la luz cuando se acaba el día a finales de agosto y principios de septiembre. Me encanta la sensación de los últimos días de verano, con su goce y su melancolía".

El primer viaje importante fue a Londres: "Iba a ir por un año de ‘Erasmus’ y al final terminé allí la carrera, el máster y el doctorado. Lo que más me marcó fue la amplitud de perspectivas críticas que estaban moviéndose en las universidades y en los centros de arte". Conoció la obra de quienes desarrollaban sus proyectos creativos "tocando temas importantes de forma directa y sin miedo. Me atrapó el espacio universitario, la programación cultural infinita, las bibliotecas. También la conciencia social y la responsabilidad política de la gente joven".

Quiere creer que "mi generación está poniendo en primera línea lo que verdaderamente necesitamos para vivir: sensibilidad, empatía, feminismo, antirracismo, aire no contaminado, calidad en el agua y los alimentos, protección de los espacios naturales con su flora y su fauna". Entre las cosas que más la preocupan está "la contaminación del aire, en ocasiones la falta de diversidad y apertura cultural de la población, y las malas conexiones de transporte con otros lugares de España".

Asturias, apunta, cada vez más se percibe como un lugar "donde descansar de las grandes ciudades y de las altas temperaturas. Hará falta mucho cuidado e inteligencia para gestionar esto. No hace falta ‘un paraíso natural’ que se quede en estribillo que poder vender al turismo, sino un refugio natural real donde las distintas especies vivamos bien y nos alimentemos de forma ética y sostenible. Una sociedad crítica y valiente, preocupada por la salud y el bienestar de todas las personas y los animales no humanos".

Con su experiencia de la vida cultural en Londres y Barcelona fantasea "con la protección y rehabilitación de casonas asturianas y casas de indianos para generar espacios culturales, bibliotecas y desarrollar proyectos de vivienda colectiva. Por soñar con un futuro pensaría en una transformación en el diseño de los espacios públicos donde la belleza tenga lugar. Creo que la sensibilidad estética y el arte también deberían estar presentes en los hospitales, los centros médicos, y la vivienda colectiva para personas mayores, no solamente en los museos. Cuando nos sentimos vulnerables es cuando más necesitamos el consuelo de la literatura y las artes. Hay que atreverse con la imaginación para crear espacios más amables. Si vivo lo suficiente, a mí me encantaría pasar los últimos años en Asturias compartiendo una gran casa con amigas, compartiendo cuidados, jardín, libros y cocina".

Por cierto, reclamemos a los dirigentes políticos "investigar los factores ambientales por los cuales enfermamos, y priorizar la salud de la gente por encima de cualquier interés económico o político. También la necesidad de un compromiso educativo donde se trabaje el pensamiento crítico desde los primeros años".

¿Y a los más jóvenes que les decimos? "Quizá mi consejo sea inesperado, pero lo que les diría es que busquen formas bonitas de mantener el vínculo con las personas de sus vidas. No siempre es fácil, cuando he vivido en Baviera, Alemania, llegar a Asturias era prácticamente dos días de viaje sumando tren, avión, bus... Cuando vivía en Londres la vida era tan frenética y agotadora que apenas había tiempo para nada más allá de las demandas inmediatas de la ciudad. Me he perdido muchas cosas que lamento, como pasar más tiempo con mis primas pequeñas mientras crecían. Aconsejaría que se abran con libertad de pensamiento a lo nuevo, se dejen revolucionar por los nuevos espacios y sensaciones, pero que traten de respetar sus necesidades y tiempos".

A veces, "cuando estamos fuera anestesiamos nuestras carencias afectivas con sueños de progreso que acaban por agotarnos y desestabilizarnos. Después de todos estos años he decidido volver a España, a Barcelona, una ciudad grande y diversa que me permite trabajar, y tener una patita ahí y otra en Asturias. Es la receta más amable y justa para respetar lo que soy y lo que amo".

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