Noche de gala con un virtuoso Konstantin Scherbakov

El pianista nacido en Siberia ofreció un recital lleno de lirismo y dulzura, sobreponiéndose a la reciente pérdida de su hermana

Jonathan Mallada Álvarez

Jonathan Mallada Álvarez

Musicalmente, la undécima cita de este año de la Sociedad Filarmónica reservaba algo especial. Y eso es mucho decir para una institución con 117 años de vida.

Allá por 1935, el compositor, pianista y director de orquesta ruso Serguéi Rachmaninov, ofrecía un recital en este mismo escenario (realmente, en el Teatro Principado ante la reducción a escombros del Campoamor debido a la revolución del 34). Anoche, conmemorando los 150 años del nacimiento de Rachmaninov (y los ochenta de su muerte), su compatriota, Konstantin Scherbakov, brilló en un teatro Filarmónica que presentaba la mejor entrada de la temporada.

Dedicado a la memoria de Guillermo García-Alcalde, el programa, titulado "Homenaje a Rachmaninov", estaba formado por piezas para piano solo, como los "morceaux de salon", o los "Preludes" del compositor ruso.

La dificultad que encerraba este monográfico se consumió a manos de un Scherbakov concentrado, técnicamente notable y frío en lo emocional. Solo así se explica su nivel apenas cuarenta y ocho horas después de haber perdido a su hermana, tal y como aseguraron dirigentes de la propia Filarmónica a LA NUEVA ESPAÑA antes de comenzar el recital.

Preciso en los ataques, en las entradas, con una lectura muy acertada de cada pieza e íntegramente de memoria, Scherbakov desplegó todo un repertorio de virtuosismo y lirismo que agradó a los asistentes, quienes todavía recordaban el último paso del pianista, hace un par de temporadas, por la Filarmónica ovetense.

Sin embargo, durante una hora y media Scherbakov fue capaz de imprimir el carácter justo que requería cada pieza. Así lo demostró en el "preludio n.º 12 en sol sostenido menor" o en el "Prélude en do sostenido menor de Morceaux de Fantaisie". Siempre con un lirismo lleno de dulzura y una pulsación francamente aseada, el intérprete nacido en Siberia, rubricó una velada más que notable gracias a su virtuosismo y conocimiento de la obra de Rachmaninov. Tras los insistentes aplausos del numeroso público, que no dudó en premiar el espléndido trabajo de Scherbakov, este ofreció una propina de, cómo no, Rachmaninov, para clausurar el concierto.

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