La Casa de las Artes de Bueño abre con la calma y el movimiento de Herminio
El nuevo centro cultural de Ribera de Arriba se inaugura con una retrospectiva dedicada al gran creador asturiano y abierta al público del 21 de septiembre al 17 de diciembre

Obra de Herminio en cartón. | A. V. / Alicia Vallina
Desde el piso superior de la nueva Casa de las Artes de Bueño el paisaje es contradictorio, pero tremendamente bello. Al verdor de las suaves montañas que acarician el cielo se suman los restos de una industrialización que favoreció magnánima el desarrollo de la Asturias de finales del siglo XIX. La boca de una enorme chimenea engulle las nubes y el cielo se vuelve de un azul intenso. Respiramos con calma y nos dejamos impresionar por la quietud de una civilización que languidece. Herminio se da cuenta y por eso, quizá, se siente en deuda. A fin de cuentas, la tierra es lo que siempre permanece. Como la familia. Nosotros le pertenecemos al igual que ella nos pertenece.
Por eso la obra de Herminio (se inaugura el 21 de septiembre y se podrá contemplar hasta el 17 de diciembre) cobra aquí un especial sentido. El hombre y el artista no hicieron otras cosas que forjarse entre la calma de un corazón anclado a la tierra y entre la búsqueda del movimiento perpetuo que siempre este genio confirió a sus obras.
Así, la Casa de las Artes de Bueño abre sus puertas a Herminio para abrazar esta dualidad que convive con el entorno en armonía y serenidad. La exposición "Herminio. Calma y movimiento" que inaugura este nuevo y honesto proyecto cultural al que auguramos un enorme éxito, habla del camino, de la vida, de la madurez, sabiduría y honestidad de un loco curioso de formación tardía, pero de sueños infantiles forjados en el corazón de una humilde familia de La Caridad.

Obra de Herminio en acero. | A. V. / Alicia Vallina
Herminio aprendió siendo casi un niño el oficio de tejedor, a la vez que también iba recibiendo de su padre la herencia de la honestidad moral y de su madre el gusto por el arte. El dinero escaseaba y no había hueco para sueños, así que la vida le llevó por otros derroteros. Sin embargo, aquel deseo infantil que cultivó junto a su tío materno Angelín, apodado "El Ferreirio", trabajador del duro metal, y que le empujó a tratar de construir una máquina que estuviera en movimiento perpetuo sin emplear ningún tipo de energía, se convirtió en la obsesión de su vida.
Hasta los 45 años no empezó a dedicarse al arte. Comenzó pintando cuadros de paisajes, naturalezas muertas y flores que firmaba con el apelativo cariñoso por el que era conocido en el pueblo: "Memi". Incluso ejerció como miniaturista dibujando sobre minúsculos granos de arroz la conocida "Última Cena" de Leonardo da Vinci o el puerto de su amada Viavelez (su gran fuente de inspiración), pero todo cambió cuando entró a formarse, gracias a la recomendación del crítico de arte asturiano Jesús Villa Pastur, en el taller de arte experimental del ovetense Humberto García del Villar. Herminio comenzó a realizar esculturas en cartón, material barato y fácil de obtener dada la escasez de medios con los que contaba. Realizó con éxito sus primeras exposiciones hasta que, gracias al regalo de una máquina de cortar madera que le hizo un tío de su querida esposa Tere, se inclinó por emplear este material, especialmente de castaño (muy abundante en la zona), y así, mostró sus obras en la galería Vértice de Oviedo en 1998, lo que le abrió las puertas de la feria internacional ARCO.
En su continuo interés por la experimentación y el aprendizaje, Herminio se decantó por emplear nuevos materiales con la intención de dar un sentido perenne y duradero a sus obras. El magnetismo terrestre había sido desde niño su principal preocupación, así que decidió sustituir la madera por el acero inoxidable y el aluminio, aptos únicamente para trabajar con imanes. Las tensiones, los pesos, la gravedad, se convirtieron, desde entonces, en la razón fundamental de su universo artístico.

Una de las miniaturas de Herminio, titulada «Viavélez» . | A. V. / Alicia Vallina
Las obras de Herminio son misteriosas, originales, silenciosas, desconcertantes, llenas de la dignidad que le confiere el artista. Pero a su vez, están plenas de un continuo movimiento. Sus colores evolucionan desde los ocres y terrosos cartones hasta los limpios negros, blancos y rojos que Piet Mondrian ya empleara como los elementales del universo, bautizando el movimiento neoplasticista que desembocaría en la abstracción para hallar el supremo orden cósmico.
La Casa de las Artes de Bueño abrazará durante tres meses el proyecto vital de Herminio, su constante e incansable lucha alejado de tendencias o modas y con un estilo personalísimo: el de hombre excelso de tierna sonrisa, amante de Asturias y de sus gentes. Y de la mano de este, el artista que confió en sí mismo, en el trabajo constante, y en la fuerza de voluntad que aprendió a tener siendo aún un niño. Por eso Herminio nunca decepciona, como tampoco lo hace su obra. Esta se mece ligera mientras contempla el paisaje industrial y montañoso que aúna modernidad y tradición, calma y movimiento. Hoy Herminio cumplió su sueño y, en esta exposición, con generosidad, lo comparte con todos nosotros para que también podamos disfrutar de él.
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