Cannes (día 3): Francis Ford Coppola con un cine que nunca se vió, Andrea Arnold y el Truffaut más privado

El estreno de «Megalópolis» acapara toda la atención y pone fin al proyecto que Francis Ford Coppola llevaba más de cuarenta años persiguiendo

Fotograma de "Megalopolis" de Coppola.

Fotograma de "Megalopolis" de Coppola.

Pablo Álvarez-Hornia

Pablo Álvarez-Hornia

Pocas películas han aterrizado en el festival con mayor anticipación que «Megalopolis», proyecto de Francis Ford Coppola que culmina décadas de trabajo creativo, pero también financiero: años después de hipotecarse para sacar adelante «Apocalypse Now», Coppola ha financiado de su bolsillo este carísimo proyecto de ciencia ficción sin tener ninguna certeza de conseguir vender sus derechos de distribución.

Se presentaba, por tanto, como culminación de su extensa trayectoria en el cine. Contra lo que podía parecer, el tono de «Megalopolis» se parece mucho más a una farsa que a una película épica. Los efectos digitales lo envuelven todo allí donde Coppola se desenvolvía con soltura recurriendo exclusivamente a efectos prácticos (a pesar de las informaciones que llegaban sobre el predominio de estos últimos, a menudo acompañadas de reproches por su ‘ineficiencia’, crítica a todas luces injusta), y se hace difícil discernir lo intencionalmente satírico de lo que cae en el ridículo tratando de ser trascendente.

Está plagada de momentos de brillantez, y no se parece a prácticamente ninguna otra película. Tiene la energía de buena parte del primer cine clásico americano y el sarcasmo de la era de internet, pero -quizás por su caótico rodaje o las complicaciones presupuestarias— nunca acaba de encontrar rumbo.

Fotograma de "Megalopolis".

Fotograma de "Megalopolis". / .

Pero no todo es grandilocuencia en el tercer día de Cannes. En «Ljósbrot», Rúnar Rúnarsson sigue a una afligida estudiante universitaria el día que descubre la muerte de su amante, desencadenando un encuentro con la mujer con quien aquel mantenía una relación a distancia. La película explora la unión y entendimiento entre ambas a partir de la extrañeza que les produce la forma en que su grupo de amigos procesa los días posteriores al accidente. Aunque hay precisión dentro de todas sus escenas, reitera a menudo estructuras más propias del cortometraje. Y «Bird», la nueva película de Andrea Arnold, reúne el acercamiento más realista en que solía prodigarse la directora con alguna salida al terreno de la fantasía.

Bird

Bird / .

En Cannes Classics se presentó el documental «François Truffaut, le scénario de ma vie», que rechaza la estructura habitual de entrevistas con amigos y estudiosos del sujeto de estudio e intenta sintetizar la faceta más personal del director francés a través de sus propios textos autobiográficos, leídos aquí por Louis Garrel e intercalados con vídeos de sus rodajes y sus películas. Aunque los materiales a los que tiene acceso el documental son valiosos y el planteamiento tiene potencial, la caótica estructura que decide seguir y su fijación durante la mayor parte del metraje por regresar de manera intermitente a algunos temas sin llegar a ningún desarrollo real de los mismos (véase la relación con sus padres) acaban por desperdiciar la oportunidad.

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