Entrevista | Manuel Grande Artista y filósofo, trabaja en la monumental obra «El espacio vacío» en su estudio de Contrueces, en Gijón

"El mercado puede comprarte como máquina, pero nunca como pintor"

"No quiero innovar como Picasso, quiero transformar la pintura clásica"

"Hay otro camino a través del arte, hacia el espíritu"

Manuel Grande, en su estudio, con la obra «El espacio vacío» al fondo.

Manuel Grande, en su estudio, con la obra «El espacio vacío» al fondo. / LNE

Lauren García

Lauren García

Gijón

En el barrio gijonés de Contrueces, Manuel Grande (Tábara, Zamora; 1951) guarda una obra tan totémica como libérrima titulada "El espacio vacío". Está compuesta de multitud de cuadros, en un espacio de 300 metros cuadrados, y contiene un bosque de colores, como una propuesta artística que pretende hacer volar la mente del espectador. A la entrada del estudio de Manuel Grande, artista y filósofo, se puede leer una inscripción que alienta a la búsqueda de "un bosque de color, que libere bálsamo y emoción y nos calme del estrés y del dolor del terror". El artista ha tomado como base prestada de su monumental obra las enseñanzas de sus dos maestros, Alejandro Mieres y José Luis Posada. Este último escribió sobre él en su libro "Diamantes en el espejo": "Manuel es algo así como un provocador atrapado en sus propias dudas y contradicciones...".

–¿Cuál fue el motivo para emprender una obra tan contundente como "El espacio vacío"?

–Parte del conocimiento que tengo y del tiempo que pasé charlando con José Luis Posada, muchos años hablando exclusivamente de pintura, y de otro maestro anterior, que es Alejandro Mieres, que me dio clase en primero de Bachillerato y fue el primero que me enseñó el significado de la palabras "abstracto". Después con mucho trabajo y empeño he logrado esta obra, pero siempre con estas dos personas de referencia en las que me he apoyado.

–¿Y la finalidad?

–No lo sé, el pintor cuando pinta no sabe lo que hace ni a dónde va. Va como montado en un globo estirando la imaginación y la mente, sólo cuando toma distancia y llega al final puede ver lo que ha hecho. Yo estoy intentando hacer una pintura participativa, porque el ambiente de mis maestros era así. Posada invitaba a artistas y pintores de Asturias que fueran a Cuba y a los cubanos que vinieran Asturias y Alejandro Mieres invitaba alumnos y arquitectos, que él enseño a dibujar, hablan siempre de generosidad y participación; mi pintura intentar hacer un bosque de color democrático y participativo. El mercado puede comprarte como máquina, pero nunca como pintor. El arte nos conforma como seres humanos.

–Este estallido de color, ¿es un testigo fiel de la vida?

–Sí, es la vida misma cuando no tenía nada que perder y empecé a dibujar desde lo más cercano que podía. Pinté la obra tratando de explorar algo que en el arte no se da, que es la participación. Todavía no he visto la obra entera, ni creo que la llegué a ver. No estoy en contra de la pintura clásica, tampoco creo innovarla como hizo Picasso, lo que quiero es transformarla.

–¿Y ese concepto de democracia artística?

–José Luis Posada, como buen escenógrafo, fue el que me ambientó en este tipo de construcciones. Hablando, ambos descubrimos la democracia artística, el lugar donde aprendes sin rendir cuentas a nadie, siendo muy respetuoso y manejando la ética. Libertad creativa, imaginativa y expositiva. Descubrí que Posada podía ser el mejor pintor de España, con que repitiese con pincel lo que hacía a plumilla, una mezcla de Goya y Van Gogh. En sus figuras mitológicas me fijé para este cuadro. Partí de las atmósferas de Dalí viendo correr las nubes en el cielo.

–¿Dónde se expondrá?

–Yo no lo voy a ver, es así la condición de vida. Ha tenido muchos intentos. Esta pintura se te hincha en la cabeza y te acojona. Nadie se cree que lo tengo donado, en escritura, al Estado. Gijón tiene un lugar privilegiado, por parte del concejal de Cultura Carlos Rubiera y del Ayuntamiento, pero políticamente no se pusieron de acuerdo con el Gobierno del Principado.

–¿Cómo desarrolló el concepto de la obra?

–Me llevó más tiempo planificarla que pintarla. Sin una idea básica y sin contar con las piezas claves –Bueno, Posada y Mieres– sería imposible, porque no tienes una idea mitológica que te lleve a ello. Entre la cueva en el suelo y la caverna en cielo, referidas a la filosofía platónica, encontramos luz, creación y la realidad del color. Picasso al pintar el Guernica recreo los beatos y bebió de ellos, creados en la alta Edad Media. Picasso retoma este camino cuando está en Francia. Curiosamente le cayó de rebote el encargo de exposición del mural de París y Picasso, que es un genio, un descuartizador que recompone como maquina de transformación, pintó el Guernica. Por el lugar originario donde nacimos, en el Reino asturleonés, por los beatos e incluso a través de Jovellanos, reconocemos la Cruz de la Victoria y la de los Ángeles. En pintura hay que bajar a las fuentes de la historia vivida e incorporar la filosofía griega y romana, además de la que a través de la Ruta de la Seda nos lleva a China... Todo arte ha de ser universal.

–La idea filosófica de crear un mundo propio está muy presente en su obra.

–Sí, tuve la suerte de escuchar a Gustavo Bueno, con un nivel muy racional de pensamiento escolástico, y eso me dio la oportunidad de recorrer la poesía con los santos padres de la iglesia. Aristóteles, Platón o Anaxágoras... Me quito la lectura de muchos otros libros. Hay otro camino a través del arte, con los pigmentos se puede entrar en las sensaciones y alcanzar el espíritu. Cuando la racionalidad tecnológica del materialismo filosófico entronca con la otra onda estás en buen camino.

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