Crisis migratoria
La historia de Saliou, un migrante desaparecido en la ruta canaria: "¿Dónde está papá?"
La de Saliou Korka Mballoe es la historia de una de las 9.757 personas que perdieron la vida este año en la ruta canaria. Partió de Senegal con la ilusión de encontrar un trabajo mejor remunera en Europa. Atrás dejó a sus tres hijos que cada día preguntan por él. Su hermana Halimatou guarda la esperanza de que siga vivo

Saliou Korka Mballoe, de 36 años, desaparecido en la ruta canaria. / La Provincia / DLP
Entre las olas del océano Atlántico se ocultan historias de desesperación, coraje y esperanza. La de Saliou Korka Mballo es una de ellas. Un joven senegalés que, como miles de migrantes, salió de su hogar en busca de un trabajo mejor remunerado en Europa, pero cuya travesía terminó de la manera más trágica. Él es una de las 9.757 personas que este año han perdido la vida en la ruta canaria de la migración. Su cayuco naufragó sin dejar ningún rastro de las 170 personas que viajaban en él, entre ellos 23 mujeres, siete niños y varios bebés. Sin embargo, su historia no solo habla de su muerte, sino también de la vida que dejó atrás. Sus hijos de 10 años, 3 años y 10 meses siguen esperando su regreso y cada día preguntan, sin entender la magnitud de lo ocurrido: "¿Dónde está papá?".
En mayo, Saliou se ausentó de su casa, en Saré Demba Mary, en la región de Vélingara, al sureste de Senegal. A sus 36 años, trabajaba en la agricultura, cultivando y vendiendo cacahuetes. Su salario apenas le permitía mantener a su familia. Sin avisar a sus seres queridos, recorrió los casi 600 kilómetros que le separaban de Bargny, un pueblo costero a las afueras de Dakar. Allí le esperaba el cayuco que se convertiría en su ataúd. "El 5 de mayo, sobre las siete de la tarde, me llamó mi hermano. Le pregunté dónde estaba y qué estaba haciendo, pero no quiso decírmelo. No respondió a ninguna de mis preguntas. Me pareció extraño. No sabía que quería marcharse. No le había dicho nada a nadie de la familia", relata Halimatou Mballo, la hermana pequeña de Saliou.
Saliou, de 36 años, vivía del cultivo y la venta de cacahuetes y dejó en Senegal a sus tres hijos
Dos días después, seguía sin aparecer. Tampoco tenían noticias de Souleymane Mballo y Mamoudou Baldé, dos amigos de la familia que tampoco habían llegado a sus casas. "Empezamos a llamarles, pero sus teléfonos no daban señal. Nos dimos cuenta de que algo iba mal", rememora Halimatou. El 12 de mayo recibieron la noticia de que su hermano, junto a los dos amigos, se había subido a un cayuco en Bargny la misma noche en la que había hablado con él.
Apenas un día después, "fuentes poco fiables", les dijeron que habían logrado llegar a Canarias, pero no hubo ninguna llamada para decir que estaban bien y que habían sobrevivido a la ruta migratoria más peligrosa. "Empezamos a buscar en internet, en los medios de comunicación, pero no logramos una respuesta", señala Halimatou. En agosto se llenó de esperanza al encontrar una foto de una agencia de noticias de un grupo de 170 migrantes que habían sido rescatados el 13 de mayo cerca de Gran Canaria a bordo de un cayuco. Los datos encajaban con la poca información que tenía de su hermano e, incluso, encontró cierto parecido físico con uno de los chicos que salían en la foto. Pero solo fue una falsa pista.
"He buscado por todas partes. Me he metido en los grupos que publican para migrantes irregulares. Lo he intentado todo, pero no he encontrado nada y seguimos sin noticias de ellos", afirma desesperada.
Boubacar Seye, investigador y consultor en migraciones internacionales, y presidente de la oenegé Horizon Sans Frontières confirmó la semana pasada que el cayuco en el que viajaba Saliou había naufragado en el Atlántico. Los cuerpos de los 170 ocupantes de la barquilla desaparecieron en las aguas del océano, sin rastro ni despedida. "Tengo la esperanza de que se demuestre lo contrario", sostiene Halimatou, a pesar de que todo indica que su hermano y sus dos amigos fueron víctimas de un naufragio.
"No es fácil vivir sin saber si está vivo o muerto", afirma la hermana del joven desaparecido
Halimatou reconoce que, durante dos años, Saliou le dio vueltas a la idea de migrar a Europa y hablaba de ello con su madre. Ella le pedía que no lo hiciera y le insistía en que podía contar con la familia si tenía problemas económicos para sacar adelante a sus tres hijos. "Pensábamos que como no tenía dinero no podría pagar la travesía, pero hemos descubierto que pidió prestados unos 350.000 francos CFA –unos 536 euros– a un amigo para echarse al mar", explica Halimatou.
Hasta que Saliou desapareció, "todo iba bien". No dio ninguna señal de que lo tenía todo listo para embarcarse. "Se fue sin más", lamenta la joven senegalesa, quien desconoce si algún familiar o amigo tiene en mente la idea de migrar de forma irregular y seguir los pasos de Saliou. "Nadie me ha hablado de esa posibilidad, pero si me lo comentan haré todo lo posible para impedirlo. Yo sé que yo no lo haría", afirma Halimatou de manera tajante.
Naufragio invisible
La familia no ha recibido confirmación oficial sobre la muerte de Saliou. A pesar del dolor y la incertidumbre, la esperanza sigue viva en el corazón de Halimatou, quien siente una "profunda tristeza". La angustia, afirma, ya es parte de su día a día. Además, carga con la responsabilidad de poder encontrar alguna información sobre su hermano, pues es la única de su familia que tiene estudios superiores y todos cuentan con ella para encontrar alguna pista. "No es fácil vivir así. No es fácil vivir sin saber dónde están tus seres queridos y cómo están. Sin saber si están vivos o muertos. La situación es complicada para la familia y para el pueblo. Es muy complicado", subraya la joven senegalesa, que se niega a rendirse y confía en encontrar una explicación que poder dar a sus sobrinos sobre lo ocurrido con su padre.
Para Halimatou, el viaje de su hermano no terminó en el mar. Su historia continúa en los ojos de sus tres hijos, que siguen preguntando por él. La oenegé Caminando Fronteras, en su informe Derecho a la Vida 2024, cifra en 99 el número de cayucos y pateras desaparecidas por completo en la ruta canaria a lo largo de este año. Ocho en la travesía que parte desde Senegal y Gambia; 79 en la que arranca desde las costas de Mauritania; y 12 en la de la franja costera que va de Agadir (Marruecos) a Dajla (Sáhara Occidental). Naufragios invisibles, en los que no queda ningún superviviente que pueda relatar lo ocurrido. Cada desaparición deja un vacío irreparable, una herida que el tiempo difícilmente logra cerrar y que se perpetúa en el silencio de unas vidas que quedan congeladas por la incertidumbre.
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