Tradición circense

Kevin de la Torre, el último hombre bala de España: "La emoción de salir volando del cañón es un vicio"

Este almeriense de 30 años es una de las dos únicas personas especializadas en esta práctica en Europa

Kevin de la Torre, al lado del cañón del que sale disparado

Kevin de la Torre, al lado del cañón del que sale disparado / / Marc Marcè

Marc Marcè

La enciclopedia dice que el primer hombre bala fue, en realidad, una mujer, Rosa Matilda Richter, que con solo 14 años salió volando de un cañón en la pista del circo Barnum, en Estados Unidos, el 1877. Desde entonces, los hombres bala han sido uno de los máximos arquetipos del circo clásico, pero no han llegado bien hasta hoy. Convertidos en un anacronismo entrañable, han ido desapareciendo de las pistas. Kevin de la Torre Fornaciari (Almería, 1995) está considerado el último de España y uno de los dos únicos en ejercicio en Europa. Estos días está en Manresa como número principal del Coliseo, el circo de origen italiano que ha sido propiedad de su familia durante generaciones.

¿Qué le atrajo de la idea de salir volando de un tubo?

Es como a quien le gusta hacer ‘puenting’ o paracaidismo. Es una descarga de adrenalina que no se puede describir, y la emoción acaba siendo un vicio. Por mucho que lo hagas nunca te aburre. Además, no hay dos saltos iguales. Me gusta volar y me gusta sentir el momento en que estás a punto de salir disparado. Y el vuelo es una sensación única: cuando lo hacemos en el interior de la carpa vuelo 29 metros a casi diez metros de altura. En el exterior llego a 35 metros y 11 de altura. En Manresa lo estamos haciendo en el interior porque el frío afecta mucho al aparato.

"Es una descarga de adrenalina que no se puede describir. Además, no hay dos saltos iguales"

¿El muelle que lo impulsa pierde potencia?

Eso no se puede decir! (ríe). El mecanismo es un secreto.

¿Qué puede fallar en un vuelo?

Todo el mundo piensa que el principal peligro es al cañón, pero no, el peligro está en la red, que tiene que estar perfectamente tensa. Si está demasiado floja por un mal montaje o por la temperatura puedes caer encima pero, igualmente, impactar en el suelo. Las pocas veces que he tenido un susto siempre ha sido un error mío relacionado con la red.

"Me gusta volar y me gusta sentir el momento en que estás a punto de salir disparado"

El día que se hizo la entrevista asistieron al circo unas 130 personas, con muchos niños. El número del hombre bala es el último, y su protagonista lo ejecuta sin hacer comedia: más que un artista de circo, parece un supervisor de sistemas vestido de Capitán América. Mientras los operarios despliegan la red, él se concentra en el cañón, en la tensión de los cables y en que no quede ningún cabo suelto. Cuando se mete por el agujero y desaparece, efectivamente, en la carpa hay un silencio total. Unos segundos después, suena un petardo y Kevin de la Torre sale volando con los brazos plegados en el pecho. Un buen salto. Y un gran aplauso.

"Si no hay más hombres bala es porque no hay cañones como el mío. Nadie se compromete a hacer una cosa así. El mío es heredado de la familia Taylor"

Hemos visto hombres volando solo con una mochila al hombro. Ya no nos sorprende casi nada. ¿Cómo sobrevive su número?

Sobrevive porque es una atracción muy solicitada y muy atractiva. Si no hay más es porque no hay cañones como el mío. Tú ve y busca quién te construya un cañón para que salga una persona disparada. Nadie se compromete a hacer una cosa así. Los que lo han intentado hacer por sus propios medios con otros mecanismos han fallado, y algunos se han hecho daño. Yo tengo la suerte de disponer de este, que fue construido en 1954 para la familia Taylor, que tenía tres miembros que eran hombres bala. El último de ellos trabajaba con nosotros y lo dejó. Entonces pedí al padre Taylor que me formara, le alquilé el cañón y lo cogí yo. Es un cañón tan excepcional que ya me he comprometido a que, cuando deje de funcionar, irá al museo del circo de Sarasota, en Estados Unidos.

"Mi cañón es tan excepcional que ya me he comprometido a que, cuando deje de funcionar, irá al museo del circo de Sarasota, en Estados Unidos"

¿Se siente como un personaje de museo?

(Ríe) Es una actuación vieja, sí, pero el hombre bala le llama la atención a todo el mundo. Todavía es así. En Manresa hemos tenido una familia que ya ha venido tres veces, y es por el hombre bala. Es nuestra atracción estrella y atrae más que ninguna otra cosa que puedas hacer en el circo. Cuando caigo en la red el silencio que hay en las gradas es absoluto, y esto indica cómo impresiona a la gente.

De hecho no es solo este numero: el circo ya es un poco un museo.

Sí, cada vez somos menos, pero el circo continúa gustando. Además, el espectáculo se ha reinventado mucho. Hoy está más coreografiado, más ordenado, tiene un hilo conductor, ya no es simplemente ir encadenando números con muchas personas en la pista. Pero el público es siempre el mismo: familias con hijos, abuelos que llevan a los nietos... y se va manteniendo. La magia que tiene no desaparece.

¿Y no le cansa la vida en una caravana? ¿No tiene ganas de dejar de dar vueltas?

En absoluto. Viajamos siempre, solo paramos una semana en todo el año, y me encanta. Tengo la suerte de conocer todas las ciudades de España, cosa que puede decir muy poca gente. ¡Ahora incluso conozco Manresa!

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