Entrevista | Alfonso Palacio Director del Museo de Bellas Artes de Asturias
"Llego al Prado con muchas ganas de escuchar y entender"
"No soy ambicioso, pero me gustan los proyectos ambiciosos: el del Museo de Bellas Artes era un reto, para dar continuidad y aportar a una de las instituciones culturales más importantes de la región; tenía proyectos hasta finales de 2026, pero estaba llegando al final del ciclo"

Alfonso Palacio, director del Museo de Bellas Artes de Asturias. / LNE
Alfonso Palacio (Gijón, 1975) llegó a la dirección del Museo de Bellas Artes de Asturias en 2013, seleccionado mediante concurso por un tribunal que presidió el entonces director del Museo Nacional del Prado, Miguel Zugaza. Doce años después deja tras él la ampliación y remodelación del Museo, algunas de las donaciones y depósitos más importantes de su historia, sucesivos récords de visitantes y una profunda conexión con la sociedad asturiana. El 1 de febrero se incorporará al Prado como director adjunto de Conservación e Investigación, designado por Miguel Falomir, director de la que es una de las mayores y más prestigiosas instituciones culturales del mundo.
¿Qué se lleva a Madrid de sus años en el Bellas Artes de Asturias?
La capacidad para desarrollar un trabajo cualificado, cuantitativa y cualitativamente. Llego con muchas ganas de escuchar, de entender –ya me tocará ser entendido–, de aportar y de contribuir, en la medida de mis posibilidades, a que esa institución maravillosa que es el Museo del Prado sea un poquito mejor. He metido en la maleta mucha experiencia en gestión administrativa. Aunque no me va a tocar, conviene saber de ello. Hay una directora adjunta estupenda para eso, Marina Chinchilla.
¿Es ambicioso? ¿De los que planifican su carrera cuidadosamente?
No. Sabía lo que quería estudiar. Nadie estudia Historia del Arte sin una vocación detrás. Luego me maravilló la Universidad como estudiante y como profesor. Esa época de estudiante fue maravillosa a nivel personal y formativo; mis años como doctorando fueron casi los mejores de mi vida. Estuve dos años en París como posdoctorando en el Pompidou y surgió la posibilidad de volver a la Universidad de Oviedo, como profesor. La docencia me gustaba muchísimo y la investigación, el combo perfecto de todo profesor universitario. Me sentía comodísimo en la Universidad, muy realizado.
Y surgió dirigir el museo.
Que me interesaba mucho, que conocía y quería, en el que había pasado muchas horas. No soy ambicioso, pero me gustan los proyectos ambiciosos. El del Museo era un reto, para dar continuidad y aportar a una de las instituciones culturales más importantes de la región. Procuro no forzar las cosas, que vayan surgiendo, tener las antenas siempre bien orientadas. En 2013 me surge esta posibilidad, miro lo que me ofrece esta plaza y digo: vamos a intentarlo. En lo profesional soy de ciclos, veo mi vida profesional como si estuviera escribiendo un libro por capítulos.
Ahora acaba un capítulo.
Podría haber seguido años: tenía ideas y fuerza para ello. Acabo de presentar una programación y hay una serie de proyectos comprometidos, que el futuro director o directora podrá asumir o no, hasta finales de 2026. Pero estaba llegando al final de un ciclo. Los ciclos de gestión en instituciones culturales como los museos de bellas artes provinciales tienen que ser de 14, 15 años, más es malo para la institución –porque acaba con automatismos e inercias– y para la persona al frente. A eso se unió que vino alguien y dijo: hemos estado siguiendo la trayectoria del Museo Bellas Artes, viendo tu manera de trabajar y tenemos claro que hay un proyecto para ti, queremos esto de ti, en este momento y para este museo y así te lo ofrecemos, ¿estás dispuesto a venir con nosotros?
¿Y quién le dice que no al Prado?
Bueno, yo dije que sí porque lo que se me presentaba me parecía muy interesante, las líneas de trabajo que tenía que desarrollar y para lo que habían pensado en mí, lo que podía aportar y los hitos que El Prado tiene ahora por delante. Es un momento muy interesante, con una ampliación por el Salón de Reinos, con la introducción del arte contemporáneo, con una necesidad de rejuvenecer la plantilla de conservadores, que en ocho, diez años los jefes de conservación van a estar jubilados... Todo eso en una de las instituciones más importantes a nivel mundial. Es una escala planetaria, el sueño de todo historiador del arte.
¿Cuántos trabajadores estarán bajo su dirección?
517 trabajadores. El Prado tiene, sin duda alguna, el mejor departamento de restauración del mundo y uno de los mejores de conservación.
Son museos distintos, pero es inevitable la comparación.
Un museo –y el provincial es la representación máxima de lo que voy a decir– es o debería ser una estructura cuádruple o quíntuple. Primero, tiene que conservar el patrimonio. Yo para eso soy muy ilustrado: los museos nacen con la Ilustración, en el siglo XVIII, para proteger un patrimonio que se quiere poner al servicio del pueblo, de los investigadores y de la sociedad. También es una estructura de investigación, de educación y una estructura de creación. Puede haber otros niveles. Frente a los grandes trasatlánticos que son los museos nacionales, los provinciales a menudo están al albur de unas administraciones que pelean por dar a la cultura lo máximo. La cultura también es educación, es sanidad, porque nos sana. Es un territorio muy vasto, complicado y rico. No debería ser siempre la hermana pobre. Los países más desarrollados, como Francia, son los que más atención prestan a la cultura.
¿Culturalmente es afrancesado?
Profundamente filofrancés, sí. Admiro mucho a Francia, su modelo cultural, a sus profesionales de la cultura, la capacidad de debate cultural genuino. Pasé tres años en París absorbiendo mucho de cómo un francés vive y se expresa y se reconoce a través de su cultura. Un turista francés lo primero que visita de Oviedo es la Catedral y su museo.
El Bellas Artes es una atalaya desde la que contemplar el panorama cultural asturiano, artístico y museístico.
Es un observatorio privilegiado o puede ser una torre de marfil, puede tener un efecto perverso de apoderarse de ti. Pero desde el Museo hemos intentado establecer extensiones, anclajes, relaciones con otros museos y centros culturales y, al hacerlo, hemos visto que al frente de muchas de esas instituciones hay profesionales que luchan denodadamente con partidas presupuestarias a veces muy bajas por sacar adelante sus centros, a veces condenados a un voluntarismo que no debería ser el motor de su día a día laboral. En Asturias veo personas que procuran, que procuramos, sacar adelante gestiones muy creativas, muy imaginativas. Imaginación y creatividad son necesarias cuando faltan recursos. Hablo sobre todo de los museos y centros que dependen del gobierno regional o de los municipios.
Ha trabajado con varios consejeros de Cultura y alcaldes, ¿remando siempre en la misma dirección?
He tenido cuatro patronatos con cuatro presidentes y vicepresidentes. He gozado de una libertad absoluta y eso no es muy frecuente en el campo de la gestión. Siempre percibí apoyo, confianza y libertad a la hora de proponer todo, desde la programación hasta las donaciones, los depósitos, las líneas por las que debía avanzar. Me he considerado, en ese sentido, muy afortunado.
También le han puesto zancadillas.
Sí, el primer patronato… El arranque fue muy duro. Había elementos que no entendían cuál debía ser la misión y la visión del museo, por lo menos las que yo traía. Pero enseguida fueron desactivados, por el día a día y por el resto de los patronos. Cuando se trata de llevar a una institución cultural debates políticos que están fuera de lo que afecta esa institución cultural, el órgano se empieza a agrietar. Por esa mala experiencia entendimos que había que impedir que el museo se convirtiera en herramienta de ataque y contraataque de pelea política.
En el homenaje que le ofrecieron los Amigos del Museo habló del esfuerzo puesto en reconectar con la sociedad. ¿Por qué se había desconectado?
Como incumbe a otras personas prefiero no decir nada, pero era un museo que había perdido el pulso de la calle, se había quedado vacío, con 40.000 visitantes y bajando. La gente no venía al Museo porque se había convertido en una institución cerrada, replegada sobre sí misma, con un discurso muy autorreferencial, muy poco atractivo para la sociedad. Sin sociedad no hay museo, y había que salir a buscar a la gente. ¿Cómo? Pues abriendo puertas y ventanas, a través de todos los canales habidos y por haber: página web, redes sociales, presencialmente... Soy un director muy presencial, que no ha renunciado a dar conferencias, a estar en mesas redondas. Me gusta, disfruto y tenía que saberse había llegado un nuevo director y lo que se hace aquí: presentar la programación, conectarse con los medios de comunicación. El museo es la casa de todos, todos la pagamos con nuestros impuestos y en ella uno puede vivir vivencias y experiencias maravillosas.
¿Trabaja mejor con los políticos de izquierdas o de derechas?
Igual con todo el mundo. Me ha tocado cuatro patronatos de signo socialista, pero he tenido representantes políticos de todos los partidos… Y por parte del Ayuntamiento de Oviedo las vicepresidencias han sido del PP o del PSOE. Las personas que llegan a un patronato de una institución cultural como el Bellas Artes y ven cómo se respira en ese órgano enseguida se dan cuenta que el clima tiene que ser de construcción.
¿Se arrepiente de algo? ¿Ha dejado algo por hacer?
Está en fase, pero deberíamos haber llegado a tener mejor organigrama. Seguimos siendo un museo infradotado de personal. Poco a poco van surgiendo las plazas, este año probablemente tendremos al conservador o conservadora de contemporáneo, pero se podría haber agilizado. Este director podría haber tenido una capacidad de convicción mayor para eso. Y mira que hemos sido muy pesados. La vigilancia es clave y ha habido momentos en los últimos veranos de estrés enorme para los ordenanzas y vigilantes. Hemos hecho este agosto 24.000, 25.000 personas, mil personas al día. Muchísimo. Y no hemos recuperado más que en los últimos años la partida económica para la compra de obra de arte. Lo hemos suplido con otras acciones, la donación Plácido Arango, el depósito Villagonzalo… El nuevo director o directora tiene que solicitar más personal y presupuesto.
¿Le hubiera gustado dejar inaugurada la segunda fase de la ampliación?
La ampliación está lanzada y no tiene marcha atrás. En la dirección de Patrimonio, con Pablo León, me consta que se está encima de ese proyecto 24 horas al día y al 100% de energía. No va a haber ninguna sorpresa negativa.
Ha tenido cesiones, donaciones extraordinarias y poco habituales.
Me considero un privilegiado por haber dirigido este museo. Todo eso llega porque el museo está a la altura. Nadie dona nada a una institución que no considere que está a la altura del valor de lo que tiene. Lo que hemos hecho es, primero, tener un museo que pudiera estar al nivel de esas donaciones o depósitos y eso implica desde la presentación de las colecciones permanentes, actividades, acciones, proyección, el mensaje que proyecta la sociedad, que sea un museo activo, dinámico, vivo. Y es muy importante una actitud de espera activa. Cuando las cosas te llegan, hay que tener reflejos y capacidad de reacción suficientes para que no se tuerzan y se pueden torcer de las formas más inimaginables. La donación Arango no llega de la noche a la mañana, sino con negociación y conversaciones que duran más de dos años que sirven para testar a la institución por parte de la persona que va a donar. Hemos estado siempre muy preparados y el equipo ha trabajado con un nivel de profesionalidad a la altura de los mejores museos de España, provinciales y nacionales.
Imagine el futuro del Bellas Artes.
Imagino un museo que sigue creciendo. Los ciclos de los museos son muy largos, desbordan nuestra propia capacidad biológica y se proyectan hacia siglos. El camino tiene que ser de mejora constante y de perfeccionamiento en conservación, restauración, educación, investigación, creación, contacto con la sociedad. No acaba nunca. Deseo que el que venga detrás, con sus ideas y su personalidad, siga haciendo de este Museo un gran Museo, la institución cultural de referencia Asturias, del que se hable fuera por la calidad de sus colecciones, exposiciones, profesionales y lo que atesora.
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