Víctima de violencia de género
Una mujer maltratada duerme con sus hijas en una furgoneta tras ser desahuciada en Valencia
La familia es demandante de vivienda y de la Renta Valenciana de Inclusión y no tiene alternativa habitacional
Una vecina les ayuda cocinándoles y dejándoles su casa para ducharse

Una mujer maltratada duerme con sus hijas en una furgoneta tras ser desahuciada en Tavernes Blanques / Fernando Bustamante
Violeta Peraita
Hace un mes desde que María (nombre ficticio para preservar su identidad) y sus dos hijas de 12 y 15 años duermen bajo el techo de una furgoneta camperizada frente al edificio donde tenían su hogar en Tavernes Blanques. Hace un mes que la familia fue desahuciada tras impagos en el alquiler que se alargaban más de un año. La mujer es víctima de violencia de género y cobra una prestación de poco más de 400 euros y lleva décadas en el municipio de l'Horta Nord, entre idas y venidas.
Hace unos meses se mudaron de nuevo a Tavernes con la madre de María, tras estar ella y sus dos niñas más de medio año en un centro de protección para mujeres maltratadas. "Dejamos el centro porque mi madre estaba muy fastidiada y tenía que venir a hacerme cargo de ella. Lo que no sabía es que llevaba un año sin pagar el alquiler", cuenta María. Cuando lo supo, buscó una solución para la anciana, que ya está en una residencia.

Una mujer vive en una furgoneta con sus dos hijas menores después de ser deshauciada de la casa que habitaban por no pagar el alquiler / Ana de los Ángeles Martí
Ella y sus hijas se quedaron nueve meses más en el piso hasta que se ejecutó el desalojo. Desde el 13 de abril duermen en una furgoneta que le ha prestado un amigo justo enfrente de la finca en la que vivían antes. Comen y se duchan en casa de otra amiga, que las acoge cada día, les cocina y prepara los bocadillos para el almuerzo de las niñas. En este caso, la red humana de vecinos y vecinas sostiene, con mínimos, a la familia, demandante de vivienda social "desde hace meses", según señala María.
Empezar y acabar el día en un vehículo
El día comienza en la furgoneta. María peina a sus hijas, que con el almuerzo bajo el brazo van al instituto y al colegio. Al salir, María las recoge y las lleva a casa de su amiga, donde meriendan, hacen los deberes y se duchan. A la tarde cenan todas juntas y ellas, sobre las 21 horas, se vuelven a la furgoneta a dormir, pues el piso de su vecina es pequeño y no hay habitaciones disponibles. "No puedo ni quiero dejarlas en la calle. Mientras no tengan un techo, yo estaré aquí", sostiene la amiga de María, que la conoce desde hace años del pueblo. "Es una vergüenza que esto les este pasando", añade la colaboradora de la familia.

Un desahucio en Tavernes Blanques deja a una mujer con sus dos hijas viviendo en una caravana / Ana de los Ángeles Martí
La burocracia es lenta. Los tiempos son largos. Y las tres, la madre y las dos niñas, llevan ya un mes durmiendo cada noche a la intemperie en una vieja furgoneta vintage donde guardan la poca comida no perecedera que tienen, los colchones y algo de ropa. El resto de cajas los guardan en casa de su amiga. "No son condiciones de vida dignas, el otro día me llamó diciéndome que le estaba entrando agua dentro de la furgoneta, cuando llovía tanto", dice su vecina, que también destaca la fortaleza de una madre que, pese a todas las dificultades, "solo piensa en sus hijas, en su bienestar".
El ayuntamiento de Tavernes Blanques ha confirmado a este periódico que el departamento de Servicios Sociales es conocedor de esta situación y ha dado parte a la conselleria de Vivienda y Servicios Sociales de la necesidad de esta mujer de tener una alternativa habitacional, pues tiene dos menores a su cargo.

Un desahucio en Tavernes Blanques deja a una mujer con sus dos hijas viviendo en una caravana / Ana de los Ángeles Martí
A pesar de no tener casa, las dos niñas acuden al instituto y al colegio "todos los días", según cuenta, por otra parte, la propia María. La mujer lleva, dice, "14 meses esperando la Renta Valenciana de Inclusión" y pide apoyo para poder acceder a una vivienda digna con sus hijas. "Somos una piña las tres, vamos siempre a una", señala.
Miedo por la liberación de su maltratador
A la precaria situación que tienen con la falta de vivienda se suma el temor de la familia a la expareja de María, condenado por malos tratos. "Tenemos miedo de que salga de la cárcel, ya incumplió la orden de alejamiento una vez y no queremos que nos haga más daño", explica.
Las noches son difíciles, "no duermo bien, no se puede allí dentro, al final estás en la calle, aunque estés dentro de un coche y de una manera u otra estás siempre alerta", explica María (que señala que tiene que ser "fuerte" y "tirar hacia delante con todo"). Dice, también, que precisamente para poder empezar de cero, no le importa donde le den una vivienda social. "Cuanto más lejos, mejor, quiero irme de aquí, él sabe donde estamos y no queremos que nos encuentre", señala.
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