Educación

El fin de curso enciende el debate de los regalos al profesorado: "Recibir determinados obsequios resulta hasta humillante"

La comunidad educativa reconoce que los agasajos comunitarios se han convertido en un mero trámite que pone en un compromiso a muchas familias

Imagen de archivo de un patio escolar.

Imagen de archivo de un patio escolar. / Marc Asensio

Olga Pereda

Madrid

Isabel G., madre de una niña que estudia 3º de primaria en un centro concertado, tiene alrededor de 200 mensajes recientes en el chat del cole. El tema es el mismo de cada junio: el regalo comunitario a las profesoras, una tradición que nadie defiende públicamente pero que se cumple a raja tabla en la mayoría de colegios durante infantil y primeros cursos de primaria.

Lo que le ha pasado a Isabel es lo mismo que sucede en cada clase de cada colegio de cada rincón de España: una familia motivada propone tener “un detalle” con las docentes. A partir de ahí, se sucede el torbellino de mensajes donde lo más frecuente es tener una opinión contraria, callársela y pagar 5 o 10 euros a través de bizum. Una vez recaudado el fondo, la persona en cuestión se encarga de comprar en internet lo que sea: una pulsera, una mañana en un spa, un 'brunch' o una toalla de playa. Un agasajo para unos profesionales que son el factor escolar más determinante de la calidad de los sistemas educativos, pero que no viven su mejor momento. El último estudio de la Fundación SM revela que el porcentaje de docentes que admiten vivir su trabajo con indiferencia o desmotivación ha pasado del 2% (año 2007) al 38%.

"Se pierde la ilusión. No es una manera de agradecer nada, algo propio del ser humano, sino un puro trámite que pone a las familias en un compromiso"

— Carmen Martínez Conde, doctora en Sociología

Los obsequios de fin de curso, tal como están planteados en la mayoría de centros, no ayudan a mejorar la motivación. Se pierde la personalización y la ilusión del reconocimiento. "No es una manera de agradecer nada, algo propio del ser humano, sino un puro trámite que, además, pone a las familias en un compromiso", explica Carmen Martínez Conde, doctora en Sociología y coordinadora del máster en Orientación Educativa y Familiar de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR). “Recibir regalos así no dignifica nuestra profesión. Es más, hasta me parece un poco humillante”, añade Mar Hurtado, de Rosa Sensat.

Un puñado de colegios han hecho oficial recientemente su “no, gracias”. Es el caso de Can Fabra, en Barcelona, donde el año pasado salió el espinoso tema durante una sesión del consejo escolar. Fue un padre el que inició el debate, que se llevó al claustro y tuvo una aceptación unánime. La dirección envió una comunicación interna a las familias: “Es una muestra de cariño y estamos muy agradecidos, pero no hacen falta regalos materiales”. Otra cosa es que los niños y las niñas quieran tener un detalle. Por ejemplo, cantar una canción en clase o hacer un dibujo. Si no pasa de ahí, perfecto.

Consumismo

Dar un obsequio al maestro es una tradición que viene de lejos. “La figura del maestro, profesionales que escuchan, atienden, apoyan y enseñan a nuestros hijos, merece un especial reconocimiento. Es comprensible que las familias quieran ser agradecidas, es algo propio del ser humano, pero caemos en el materialismo y el consumismo al apostar por regalos comprados de cualquier manera en una plataforma 'online'. Es algo que genera, además, un compromiso para muchas familias que no quieren o no pueden pagar ni 5 ni 10 euros. Qué diferencia con otro tipo de obsequios mucho más ilusionantes, desde una flor hasta una carta personal de agradecimiento o unas galletas caseras para compartir en clase”, destaca la profesora de la UNIR.

"Las familias lo hacen con ilusión, pero nuestra recompensa es nuestro sueldo y saber que hacemos un buen trabajo"

— Mar Hurtado, de Rosa Sensat

“Puede que las familias planeen un regalo material y comunitario con ilusión, pero, en realidad, nuestra recompensa es nuestro sueldo y saber que hacemos un buen trabajo”, explica Hurtado, que aprueba decisiones como la que ha tomado Can Fabra. Eso sí, la comunicación a las madres y los padres se tiene que hacer, en su opinión, de forma delicada, asertiva y privada. “Hay que comunicarlo con amor y respeto. Explicarles que esto no va de plantarse ante los regalos sino que, sencillamente, no hace falta porque nuestro mejor regalo es hacer bien nuestro trabajo”, concluye Hurtado, que recuerda el “emocionante” obsequio que le hizo hace tiempo una alumna: un bote de cristal con pequeños recuerdos dentro, una idea preciosa que nació de la niña y no de su madre.

“El acto de regalar tiene que ser un acto de libertad, un pequeñísimo detalle personal que muestre el agradecimiento a nuestro trabajo. Por ejemplo, un simple dibujo a mano”, añade Sonia García, maestra de infantil y primaria y miembro del sindicato docente Anpe. Sin embargo, la realidad de las aulas y de los chats de madres demuestra que eso no es lo frecuente. La costumbre manda que las niñas y los niños estampen su nombre en el regalo comprado. Pero no todos sino solo los que han participado económicamente, así que el resto quedan señalados y retratados.

Las familias también reconocen que los regalos generales de fin de curso puede provocar roces innecesarios y crear un problema donde no lo hay. “No todo el mundo está a favor y no todo el mundo tiene capacidad económica para realizar una aportación. Es un tema sensible y lo mejor es que se debata en el seno del claustro. A partir de ahí, que se tome una decisión y que se acate con respeto”, zanja Lidón Gasull, directora de Affac (Associacions Federades de Famílies d’Alumnes de Catalunya).

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