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Rubén Rodríguez, poeta, publica nuevo libro, "Extrañas bestias": "Tenemos la capacidad de la bondad y también de ser bestias"

"El viaje, el alcohol y la soledad cambian a las personas", afirma el autor ovetense sobre su nuevo libro, vertebrado en torno a esos tres ejes

Rubén Rodríguez.    | LNE

Rubén Rodríguez. | LNE

Lauren García

Lauren García

Oviedo

Entre el contraste acerado entre la noche y el día, los placeres mundanos que nos salvan de la quema y el requiebro del viaje como ansia de conocimiento y pasión se dibuja "Extrañas bestias" (Más madera), el último poemario del ovetense Rubén Rodríguez. Este miércoles lo presentará en Matadero Uno y el viernes en La Librería de Bolsillo de Gijón. El libro ofrece una incursión en el alma humana cincelada de versos que muestran lo mejor y lo peor de la condición humana. A modo de explorador de la realidad y testigo de verdades y mentiras el poemario contiene una piedra filosofal para marginar la apatía y la indiferencia: "Porque no sabes dónde está la bestia/ quizás anida dentro de aquella sima,/ o cerca del pequeño gran corazón que todo/ hombre lleva".

¿Se deduce del primer poema que da el título al libro que el ser humano tiene algo de bestia y también capacidad para albergar amor?

El título lleva la doble dualidad del ser humano. Todo hombre oculta en sí mismo un monstruo. Y ese monstruo en un momento dado puede despertar. Tenemos la capacidad de ser bestias, pero también el elemento de la bondad está ahí. Es decir, un yin y un yan en cuanto a los sentimientos de la personas.

¿Busca el asombro, recogimiento y aventura del viaje para construir literatura?

Esos tres elementos son el eje del mismo. El primer capítulo habla de cómo el viaje puede transformar a la gente. La segunda parte trata de cómo el alcohol y el vino también transforman, pueden volver a una persona normal en un ser tabernario. El tercer capítulo aborda cómo la soledad puede modificar al individuo. Tanto el viaje, como el alcohol y soledad pueden cambiar al individuo. Los puede convertir en extrañas bestias.

También hay búsqueda, en el caso de los poemas dedicados a Joyce y Trieste, ¿encuentra en la poesía sueños y realidades?

La poesía es conocimiento y la búsqueda de ello se encuentra en el viaje. Ciudades como Dublín, cargadas de poesía y literatura donde grandes escritores vivieron y padecieron a las personas que alllí habitaron. O el caso del mismo Trieste. Son dos ciudades que transforman al viajero. Si bien, como decía Kavafis, a veces los problemas van contigo, aunque el viaje te pueda cambiar. Estas ciudades son muy poderosas, ese es el hecho.

En el caso de poemas que versan sobre Roma o Split, ¿se deduce que de los vestigios o las ruinas se puede hacer un poema?

He tenido la suerte de viajar y estar allí. Las ruinas son los restos de un pasado glorioso o de sufrimiento. Lo dicen muchos historiadores: "Los griegos y los romanos ya lo inventaron todo". En esas ruinas se encuentran muchas historias de los hombres que ya han sido contadas. Soy un continuador de esa tradición, como muchos otros poetas. Me vienen a la mente los nombres de Kavafis o Seferis. Hay poetas que hablan de las ruinas, su misterio y de los hombres que las habitaron. Y eso, a mi modo de ver, además de historia es poesía.

Hay un hedonismo nada oculto en los cantos al vino, los chigres y las andanzas de la noche…

Es un canto hedonista y a la vida. Para conocer una persona no sólo hay que conocerla de día, sino que también la noche es un lugar propicio. En la noche está esa representación metafórica del vino, en la que puedes encontrar un paraíso o un infierno. Resume la esencia de la vida encontrar a una persona, conversar con ella y disfrutar de la barra de bar y de buena música y compañía, o puede ser una noche tormentosa donde la oscuridad te puede tragar. Ese capítulo del libro ensalza el placer por la vida, porque la noche y el día construyen al individuo. Es un complemento para conocer esas extrañas personas que pueden aparecer en la vida del poeta, o a nosotros mismos.

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