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Jonathan Perel Cineasta, estrena «Camuflaje» en el FICX

"Gijón es el festival de referencia de cine independiente de Europa"

"‘Camuflaje’ transmite las emociones de cuerpos de un campo de exterminio que nos visitan como fantasmas para pedir venganza"

Jonathan Perel. Marcos León

Jonathan Perel ha presentado en Gijón su última obra, titulada "Camuflaje". Es su primera vez en el FICX, una cita que ensalza y que permite a su juicio que trabajos como el suyo, centrados en la memoria, tengan visibilidad.

–¿Cómo le llega la posibilidad de estrenar en el FICX?

–Nunca había venido al festival, pero lo conocía. Sabía de la cercanía que ha tenido siempre con un cine más arriesgado y frágil. Conozco de hace tiempo a su director, Alejandro Díaz Castaño, y especialmente a su programador, Fran Gayo, que ha estado viviendo en Argentina muchos años. Y he sido yo el que les he perseguido durante muchos años para conseguir venir. Al final con esta película lo logré.

–¿Cómo se percibe desde fuera este certamen?

–Es un festival en el que hay mucho cuidado al tratar estas películas pequeñas y frágiles, que ocupan los temas centrales. Es un gran honor y orgullo que sea aquí el estreno español. Gijón es el festival de referencia de cine independiente que hay en Europa. Está en una línea de festivales que a mí me interesa mucho, por ese acento en lo autoral y correr un poco los límites que hay en el cine. Se asemeja mucho al de Nyon o el de Curtis en Bélgica.

–¿Cómo surgió "Camuflaje"?

–Es la historia de Félix Bruzzone, un escritor nacido en el año 1976, igual que yo, justo cuando empiece la dictadura en Argentina. Félix tiene a sus padres desaparecidos y se compra una casa a cuatro cuadras de Campo de Mayo, la guarnición militar más grande del país, y el centro de tortura y exterminio más grande que hubo en Argentina. Él se entera después de comprar esa casa que su madre estuvo ahí. A partir de ese momento empieza a escribir unas notas que acabarán en una novela. Y fue él quien se acerca a mí para proponer una película.

–¿Qué le motivó?

–Llevaba tiempo trabajando estos espacios de memoria y me acuerdo que le dije a Félix que me interesaba mucho ese texto para hacer una película, pero la condición era que encarnase al protagonista principal, entrando como un registro documental que distaba del personaje de su novela.

–¿Desde qué enfoque muestra toda esa crudeza del campo de tortura?

–No sé si es cruda. Pero sí es una película habitada por fantasmas que penetran en un lugar y Félix da un paso al costado, por lo que le acompañan otros personajes de incógnito. Cuando no hay un espacio al que llevar flores, esos cuerpos son fantasmas que nos visitas y piden venganza. La película tiene esas emociones que se llevan a nivel corporal.

–¿Cómo de importante es visibilizar la memoria desde el cine?

–Es importante construir memoria y mirar hacia atrás, al pasado. Cuando no miramos no es porque quedamos ahí atrapados, sino porque discutimos el presente y el futuro. En Argentina, durante muchos años, el cine puede apropiarse de este tema y tratarlo de muchas formas. No sé si en España sucede igual, pero sí hay en Asturias gente como Ramón Lluís Bande, con el que me siento muy identificado, que trabaja muy bien temas como lo sucedido en torno a la Guerra Civil.

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