La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Franco Torre

Crítica / Cine

Franco Torre

Crítica del FICX: Leña al monstruo

La estupenda "Estertor" confronta con ingenio y mala uva a un genocida argentino enfermo de alzheimer con un grupo de cuidadores ociosos

Una de las performances más célebres de Marina Abramovic fue aquella que completó, en 1974, en la galería Studio Morra de Nápoles. Durante seis horas, la artista se plantó en una sala, rodeada de los más variopintos objetos (desde rosas hasta armas) bajo la premisa de que, en ese lapso de tiempo, podían hacerle cualquier cosa. Una muñeca viviente sometida a los más bajos instintos del ser humano.

La premisa de "Estertor" recuerda a la mítica performance de Abramovic, aunque con una variable fundamental. En este caso, el muñeco es un genocida, un miembro destacado de la temible Junta Militar argentina, y su "público" son cuatro cuidadores ociosos y mal pagados, que afrontan el aburrimiento de su tarea y, en algunos casos, la repulsión que les despierta su paciente para someterlo a toda una serie de vejaciones y torturas. Travestido, humillado, con las manos llenas de cortes tras varias rondas del juego del cuchillo, el viejo se pasa los días gimiendo (¿acaso llorando?) mientras por las noches sus víctimas, previo pago a una de las cuidadoras, le maldicen al oído por sus atrocidades pasadas. Ingeniosa y retorcida, con mucha mala uva, la estupenda "Estertor" aprovecha metro por metro el piso que sirve de escenario a la mayor parte del filme y ofrece retratos precisos de cada personaje (ojo a ese nieto amenazante, heredero de la violencia de su estirpe), al tiempo que plantea una cuestión fundamental: ¿Es legítimo torturar al torturador?

Compartir el artículo

stats