Rabiosamente mala

Una especie de "Gran Hermano" con fugitivos y seudozombis que da más risa que miedo

Si el larguísimo episodio piloto de Rabia se proyectara en los cines, las paredes de las salas correrían serio peligro por el volumen de las carcajadas. Sería un éxito si el propósito de los creadores fuera hacer una parodia pero nada más lejos de la realidad. Esto va, desgraciadamente, muy en serio. Y el resultado es hilarante y por momentos catastrófico. La primera secuencia es una invitación en toda regla a cambiar de canal: un tipo de lo más normal está con su novia en el cine (hablando por el móvil y tal, eso sí es muy auténtico) cuando empieza a sufrir las consecuencias de la rabia. En realidad, parece el increíble Hulk (probablemente fue la fuente de inspiración de los actores). De pronto, aparece Adriana Ozores (qué gran actriz, qué hace aquí) pistola en mano y...

Hacer una serie sobre una virus que contamina a la humanidad es un proyecto muy ambicioso. Y carísimo. Y esto no es The walking dead. Esto es una serie de ficción española mal escrita (como hay que meter personajes de todas las franjas de edad, incluidos niños y adolescentes, el reparto se hincha hasta los topes, y los diálogos son de sonrojo: "No me gusta la gente que trabaja con bata"), dirigida a brochazos (sin que falte la cámara lenta, por supuesto), con efectos especiales del montón y muy poca pasta. Tan poca que, en lugar de una visión apocalíptica nos amenazan con una especie de "Gran Hermano" en el que los "contaminados" que huyen de las autoridades están recluidos, y a ver cómo se pelean entre ellos. ¿Saldrá Mercedes Milá en un cameo haciendo de contaminada? Seguro que lo haría feliz.

A la pobre Ozores le toca bregar con el personaje de una policía dura ("Me gusta trabajar sola") a la que encasquetan un colega guaperas y chulillo (insufrible, vaya) y la gran Concha Cuetos pone todo su oficio en la ingrata labor de dar un poco de calidez humana haciendo de madre con hijo atrapado por la rabia (también imitador de Hulk). Ismael Martínez es un remedo del Malamadre de Celda 211, sin una pierna, y Patricia Vico bastante tiene con no echarse a reir en escenas tan ridículas como la pelea jeringuilla en mano con el malísimo del grupo.

Hay al final del primer episodio un momento que delata bien a las claras la condición de refrito de saldo que es "Rabia": una copia descarada (vamos a decirlo suavemente) de la famosa (y lamentable) trampa de El silencio de los corderos, cuando se hace creer al espectador que la policía va a asaltar el lugar donde están los fugitivos con una engañosa planificación, y luego resulta que no, que son sitios distintos. Para cerrar la función queda otro mal trago: una "sorpresa" con el personaje de Ozores tan absurda como todo lo anterior.

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