La jugada de Mark Osborne, co-responsable del primer Kung Fú Panda y la película de Bob Esponja, está clara: utilizar el reclamo del inmortal texto literario para montar una película de animación al estilo Pixar con dos estilos visuales muy diferenciados: la parte (escasa) de adaptación se resuelve con una encantadora técnica de "stop motion" mientras que el añadido de la historia de una niña que conoce a un trasunto del Saint-Exupery convertido en anciano recluido en su casa emplea una animación convencional de escasa originalidad y poca emoción. El resultado es brillante y precioso cuando nos cuentan la novela. Lástima que dure poco.
10·09·16 | 02:38 | Actualizado a las 03:35