Un entretenimiento de rápido olvido

Stone hace de Snowden otro ciudadano americano desencantado y enfrentado a los gigantes del poder

Cruzadas todas ellas que dejan las cunetas llenas de cadáveres: la inocencia, la confianza en los que gobiernan, el patriotismo, la fe en la democracia. A esos planteamientos obsesivos (conspiranoicos, según sus enemigos) le da Stone un tratamiento visual que va de la eficaz sencillez de Salvador (a algunos nos sigue pareciendo su mejor película con permiso de Nacido el 4 de julio y Wall Street) a la aparatosidad agobiante de sus obras más pretenciosas, a veces con fuerza innegable (JFK) y otras como cortina de humo para ocultar la falta de ideas. O el exceso desmadrado de ellas.

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