La música rompe barreras con su poder comunicativo. La práctica musical es un medio afectivo y socializador que favorece la integración de personas diversas. Así se mostró el viernes, en el broche de oro de "Mosaico de sonidos": un proyecto de inclusión social único, en cuanto que ha involucrado a nivel nacional a catorce orquestas españolas. La Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) y Oviedo Filarmonía (OFIL) fueron dos de ellas, animadas por construir, por incentivar la evolución social desde el corazón de las orquestas. Se trata de implicar a través de la música a muchos colectivos, desde una idea no terapéutica, sino transformadora, para la integración de personas con discapacidad intelectual y de desarrollo. Así, quince músicos y voluntarios de las orquestas asturianas trabajaron desde el mes de octubre de 2015 entre Madrid y Oviedo, para poner en práctica talleres que superaron cualquier limitación de manera creativa y participativa. Porque las barreras a veces son ficticias, fruto del desconocimiento o de miedos particulares. La puesta de largo el viernes de "Mosaico de sonidos" demostró que la música es un vehículo perfecto para aprender escuchando, el uno del otro, y colaborando con los demás.

Pétalos en armonía para una misma flor. El proyecto se desarrolló en torno a la canción del polifacético Emilio Aragón, "La flor más grande del mundo", para experimentar desde la música hasta la escena, con la colaboración de la directora Nanna Sánchez, y Óliver Díaz a cargo de la dirección musical. Esta pieza fue así el centro globalizador de la experiencia y del conocimiento a través de la música, a partir del relato homólogo de José Saramago, destinado a una infancia que crece en un mundo individualista y falto en valores. Además, se incluyeron el arreglo de la canción popular "A coger el trébole" de John Falcone, colíder desde la OSPA del proyecto, y las conocidas "Escenas asturianas" de Lauret. El arte es una vía para conocer e interpretar el mundo, mientras el ser humano se posiciona en el mismo, con la colaboración creativa que suponen las actividades artísticas y culturales. El arte es diálogo y el cuerpo es el primer instrumento de comunicación, y medio para la creación e interpretación. La expresión corporal, sus posibilidades sonoras y de movimiento suponen una vía de acceso a la experiencia e interpretación musical. Así se vio el viernes a través de actividades de sonorización, dramatización, exploración sonora y coreografías que acortaron distancias, también con el público, totalmente entregado a este "Mosaico".

En la segunda parte de la velada, músicos de la OSPA y OFIL unieron atriles para interpretar "Cuadros de una exposición" del ruso Modest Mussorgsky: una obra brillante que ofrece un paseo musical por las pinturas del artista y arquitecto Víktor Hartmann. Sin embargo, resultó una interpretación desigual, con intervenciones solistas irregulares, y números más o menos equilibrados en su conjunto. Entre los más destacados, "Baba-Yaga" y "El viejo castillo", con su sonoridad evocadora, con un saxo impecable y la mejor actuación de las maderas. Aunque en el viento sonaron más estables los metales en los números de conjunto de textura coral, y no tanto en los solos, salvo la trompa. De este modo, se impuso en la orquesta la cuerda, especialmente la grave, por la solidez en el desarrollo de una obra que, escrita originalmente para piano, popularizó Maurice Ravel en su arreglo para orquesta.