andres montes

El primo está vivo

El largo recorrido de los neandertales, desde su consideración decimonónica como seres deformes y fallidos, sin vínculo con el hombre moderno, hasta su aceptación actual como integrantes de una humanidad extinta es la historia de una redención científica. En el punto cimero de ese cambio de visión se encuentra Svante Pääbo. La secuenciación del genoma neandertal reveló una especie integrada en nuestra escritura más íntima, la del código que garantiza la continuidad de lo humano. Pääbo y su equipo aportaron la prueba biológica de que los escarceos en Oriente Medio de hace más de 50.000 años entre seres distintos en su carcasa exterior, pero con los mismo impulsos elementales, fructificaron en un largo rastro hereditario. Fue un hallazgo contra todo pronóstico, que cuestionaba la ciencia oficial, el dogma de la infertilidad del resultado de cruzar dos especies distintas, y daba la razón a algunos marginales defensores de que los primos supuestamente extintos seguían vivos en nosotros. La paleogenética irrumpió así con consecuencias drásticas en una paleoantropología en la que hasta entonces primaban las formas. El padre de esa revolución asumía ayer en Oviedo que las limitaciones en lo técnico son difusas pero están bien claras en lo ético: considera imposible que podamos acceder a material genético con siete millones de años de antigüedad, tan improbable como que lleguemos a recrear especies extintas, algo que, tratándose de humanos, nunca resultaría justificado por la mera curiosidad científica.

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