Cine

Ya están aquí

Con La cabaña en el bosque, Drew Goddard metía mano al cine de terror con ganas de pasárselo bien, darle un buen revolcón al género con ciertas ínfulas postmodernas y saludables intenciones de divertir. Aunque a veces se pasaba de listo: una forma de advertir a los espectadores que no se conformaba con instalalarse en zona de confort y vivir de las rentas. Sospechas confirmadas: Malos tiempos en el Royale es un descarado, desmesurado y muy irregular ejercicio de corta y pega cinematográfico en el que se pueden detectar sin demasiado esfuerzo (entre otras de menor relieve) las influencias de los Coen, Lynch y, por supuesto, Tarantino. Una vez más, Tarantino. El resultado es un batiburrillo de ideas y ejecuciones (literalmente) que funcionan de forma desigual, casi a trompicones. Personajes importantes que desaparecen de un escopetazo, puntos de vista en zig zag, escenas que vemos con distintos ojos, criaturas que parecen lo que no son, fogonazos de humor negro cual traje sacerdotal, chicas guerreras, mesías demoníacos, trampas de guión descaradas y un constante empeño por jugar con el espectador. El prólogo ya esa una declaración de intenciones: cámara congelada, un escenario único, un personaje que hace cosas extrañas, una puerta que se abre. Bang. Un borbotón de sangre en la pantalla. Sin reglas, el juego se vuelve previsible porque cuando sabes que te van a engañar te lo esperas todo. La fotografía atiborrada de contrastes, una banda sonora memorable y un reparto en líneas generales contundente (Bridges se luce como era de esperar, Dakota Johnson se quita el sambenito de 50 sombras de Grey, Jon Hamm aporta presencia y Cynthia Erivo se come los planos) hacen de la película una experiencia atractiva, aunque menos apasionante de lo que pretendía su director. Habrá que esperar futuros trabajos para valorarle debidamente, confiando en que no necesite 141 minutos extenuantes para contar una historia que no da para tanto.

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