Una mujer endemoniada

No pudo ser esta vez. Nicole Kidman se puso una prótesis de nariz para encarnar a Virginia Woolf eliminando el factor belleza. Le dieron un "Oscar". Merecido, sin duda. Ahora, Kidman se ha enfrentado (como Theron o Arquette) a una nueva misión de ruptura con su imagen habitual (a medias, puesto que hay varios flashbacks que la muestran en su juventud) con un maquillaje extremo que exhibe un deterioro máximo. Radical. Y ya desde el principio, con sus miradas devastadas y sus andares torpes, la actriz se adueña de la película hasta el punto de ser lo único interesante de la función, incluso cuando el guión la obliga a tragar con escenas tan burdas y sensacionalistas como cierta masturbación tóxica. Destroyer es, en las formas y en el fondo, un convencional policiaco de culpa, venganza y redención que hemos visto tropecientas mil veces, con la salvedad de que aquí el personaje caído a los infiernos es una mujer y no un hombre. Una mujer que maneja las armas con soltura implacable y se comporta con los mismos códigos morales que sus mejores enemigos y sus peores amigos. La película avanza a plano lento dejando para el final una secuencia de acción competente y alguna sorpresa aceptable, pero el trabajo de Karyn Kusama no pasa del aprobado raspado y se echa de menos más viaje al interior calcinado de una mujer atormentada por demonios maquillados de odio.

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