Los últimos druidas

Cuando muere un obispo

A las cinco de la tarde como en el poema de García Lorca dedicado a su amigo torero. ¡Que fue a las cinco de la tarde! cuando nuestro Juanín paseaba con sus meditaciones y su "soledad sonora" buscando las vías que conducen a la Paz, la forma y manera de estar cerca de las gentes de su diócesis, su preocupación por la prevención y protección de los abusos sexuales en la Iglesia y los múltiples asuntos que un obispo tiene en su mesa de trabajo. Le recordamos por estos Valles con su sonrisa, a veces infantil, su capacidad de trabajo, sus homilías y sobre todo su rostro de bondad. Cercano a los jóvenes teverganos durante su larga estancia entre nosotros, a los mayores y a quienes pasaban dificultades, fue un verdadero ministro de Dios. La catedral de Oviedo se llenó de una muchedumbre inusitada, cuando Fray Jesús lo consagró poniéndole sobre su cabeza la mitra episcopal. Otro tanto sería cuando nos visitó en el santuario del Cébrano para compartir con su pueblo una misa plena de recuerdos. Con la cruz asturiana al pecho, su noble corazón le falló y se fue al paraíso donde habitan los justos. Descansa en Paz, amigo. Estarás siempre con nosotros.

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