Tino Pertierra

Crítica / Sección oficial

Tino Pertierra

Viva la vida loca

Ya desde "Gummo" (premiada en 1997 en Gijón, donde se le tiene cariño, y que quizá le lleve a ser distinguido este año), Harmony Korine ha dado muestras evidentes de que las reglas cinematográficas le importan una colilla, que goza en el caos narrativo y estético como un crío chapchapchapoteando en un charco, que no le importa dar la sensación de que ha rodado su película entre fumadas y deshojando margaritas bien cargadas. Incluso cuando le ponen un reparto de campanillas como en la inofensiva y estropajosa gamberrada de "Spring Breakers" se las arregla para aplicar sus planos calientes con hechuras de videoclip al servicio de una juerga cinematográfica que se la juega en el alambre: divertirse o morir en el intento.

"The beach bum" se entrega en cuerpo sin alma a la misión impasible de seguir durante 95 agotadores minutos las peripecias bastante monótonas de un pelmazo parásito que aprovecha la pasta ajena para pasárselo en grande sin preocuparse lo más mínimo por los demás en cualquier grado de proximidad. Vivir la vida loca sin más pretensiones que terminar el día con los recuerdos ahogados por cualquier sustancia que garantice frenesí y amnesia.

Korine, claro, no explica nada. Bueno es él. Ni juzga ni informa. Expone: un tipo que no da tregua a la fiesta, recogegatos perdidos, pescador de botas, coleccionista de mujeres que no preguntan, chupador de pies, amante del sexo oral y coral, hippy y tripi, vándalo que recluta mendigos para invadir casoplones y dar zascas a los bien pensantes, guasón sin remedio que mezcla al gran Lebowski, Toni Montana, el lobo de Wall Street y el mismísimo Gran Gatsby en una fiesta descomunal donde incluso las tragedias pierden la batalla contra el hedonismo a ultranza, sin razones ni corazones. Vamos, que incluso un ataque de escualos sirve como excusa para el cachondeo.

Con un desenfrenado Matthew McConaughey como el bonachón y rompecaparazones Moondog, que parece dar argumentos a quienes aseguran que rodó la película fumado hasta las orejas, el estilo habitual del director de excesos y bandazos, un uso de la banda sonora nada previsible y dos o tres escenas en las que asoma la cabeza de un cineasta con muy buenas ideas, esta historia de un incansable vago de playa que escribe poesía en sus ratos libres y puede convertir en cenizas un barco si se lo propone no deja de ser un loco autohomenaje que se da su director, una especie de aquí estoy yo, sigo siendo el mismo de siempre, aunque, por desgracia, está muy lejos de "Gummo" y se acerca peligrosamente a una parodia que es parodia de sí misma. Qué mareo. A algunos les encantará. A otros le parecerá, nunca peor dicho, infumable. Y habrá quienes piensen que es encantadoramente infumable.

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