Crítica / Teatro

Saúl Fernández

Los muertos huérfanos

Borja Ortiz de Gondra desnuda su pasado sobre la escena

"Los otros Gondra" reconstruye el secreto. Los armarios están llenos de cadáveres. Borja Ortiz de Gondra lo que hace en el espectáculo que se representó antes de anoche en el Niemeyer es buscar a sus autores. O quizá no. Los muertos huérfanos desarman el pasado, las raíces, las ganas de seguir queriendo ser. Y es que parece que no somos de verdad si desconocemos a los que estuvieron primero. Las raíces producen sangre y la sangre inunda el día a día. Y también el futuro. De eso va "Los otros Gondra", el penúltimo espectáculo de uno de los grandes nombres de la dramática nacional presente, premio "Lope de Vega", una historia sobre cómo contar la historia que nos ha cocinado como algo más que carne y alma separadas. Somos el cuento que nos contamos todas las noches. Lo malo es cuando no existe ningún relato que llevarse a la boca.

La función de antes de anoche es una suerte de continuación de "Los Gondra. Una historia vasca": cómo se construye la casa que va a ser escenario de la violencia secular: desde don Alberto hasta el presente: el del dramaturgo que regresa con ganas de saber todo aquello que le negaron saber. Borja Ortiz de Gondra opta por el teatro dentro del teatro, por la vida que parece vida. Y Josep Maria Mestres, el director, se inclina por la verdad que parece teatro. Y así se monta el lío: el dramaturgo escribe una obra donde hay un dramaturgo que cuenta su historia familiar en el lugar donde van a morir las olas; acantilados que arrullan la paz de los muertos. Y todo parece verdad, aunque todo haya sido mentira. Ortiz de Gondra hace teatro-testimonio, que es una variable del teatro-documento: la verdad hecha ficción, autoficción, eso que inventó Cervantes cuando puso a Don Quijote a leer las aventuras de su suplantador. Y todo esto bajo el manto criminal de los etarras -una palabra que no se pronuncia en toda la ficción, pero que sobrevuela cada escena que va y que viene: "flash back" y "flash forward", una peripecia para contar qué se cuenta cuando se quiere ocultar todo. Ortiz de Gondra es un gigante. No se lo pierdan.

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