Crítica / Música clásica

El rey Camarena

El tenor mexicano pone la piel de gallina a un entregado público en el Auditorio de Oviedo, con una sensibilidad y una técnica vocal desbordantes

Javier Camarena sigue siendo "El rey" como bien cantó en la cuarta y última propina de su recital en Oviedo, jaleado por un auditorio hasta la bandera, por un público que le sigue coronando como el mejor tenor vivo. Con su habitual pianista cubano, Ángel Rodríguez, compartió un triunfo propiciado por el derroche artístico de ambos. La voz del mexicano gana cuerpo y asombra con sus "filados" -"Parece tener tres pulmones", bromeaba un aficionado- y por las diabólicas reducciones orquestales para el piano, donde no faltaba nota ni matiz. Si en el recordado concierto de noviembre 2017 Camarena asombró, en este enero 2020, maravilló. Cautivó antes de cantar, haciendo su presentación con ese semblante siempre risueño, afable y cercano que solo los grandes poseen, totalmente alejados del divismo.

El recital se organizó con una primera parte en la lengua de Víctor Hugo y la segunda en italiano; arias conocidas y otras menos transitadas de óperas, puede que menores, pero bien elegidas para lucimiento del xalapeño.

El Donizetti que interpreta Camarena sigue siendo único. El aria de "Don Sebastián Rey de Portugal", que como ópera puede no ser destacable, en esta página recuerda todos los protagonistas que el tenor mexicano atesora en su repertorio. El francés natural Camarena lo emite sin nasalizar en absoluto, con un total dominio técnico, proyección exquisita y limpieza total. Matiza con tal riqueza que da gusto escucharle.

No podía faltar su aria fetiche y casi récord "Guinness" por las veces que lo ha bisado: "La hija del Regimiento" con la famosa "A mis amigos". En italiano interpretó otra rareza de Donizetti. De su ópera "Betly" (1836), el aria "E fia ver, tu mia sarai?". Demostró un dominio absoluto en el canto, que contó además con un acompañamiento increíble por parte de Ángel Rodríguez.

Era Camarena en estado puro, cuyo Rossini inicial de "Ricciardo e Zoraide" resultó una lección de "canto bello", llena de agilidades vertiginosas y bien resueltas con la aparente facilidad del canto y piano venidos desde México.

El sentimiento en estado puro, la emoción de los "pianissimi" capaces de alcanzar el silencio respetuoso de un público entregado, llegaría con dos arias donde el espíritu de Alfredo Kraus pareció imbuir al xalapeño, un tenor de timbre único, poderosamente delicado y entregado en las últimas del recital: "M'appari?" (Von Flotow), de la poco representada "Martha", y "El Lamento de Federico", de "La arlesiana" de Cilea. Interpretadas por él se convirtieron en joyas. Las bordó y emocionó. Rindió a un público entregado.

Las propinas fueron magníficas: nuestra zarzuela elevada a nivel estratosférico gracia a Camarena y Rodríguez. De "Los Gavilanes" de Guerrero interpretó la romanza "Flor roja". Cortó el aire, puso la piel de gallina. "No puede ser", de "La tabernera del puerto" (Sorozábal), sonó poderosamente íntima antes de atacar un fin de fiesta mexicano con aires de mariachi: el famoso huapango de la "Malagueña salerosa", que Camarena transformó en "asturiana salerosa" con un piano primoroso y un derroche de agudos que puso en pie todo el auditorio. Esa fue antes de acabar el recital con la ranchera más conocida de José Alfredo Jiménez, "El rey", que fue coreada por el público. Porque Camarena sigue siendo el rey.

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