El séptimo sello (postal) de Woody Allen

Diez años después de sus vacaciones de trabajo en España con la deplorable Vicky Cristina Barcelona y cuando se cumplen tres lustros de su última obra maestra ( Match Point: mucha lluvia inglesa cayó desde entonces) Woody Allen toma el dinero europeo y corre a rodar una de esas películas livianas y mal hilvanadas en las que da la sensación de que el cineasta abrió su cajón de ideas sueltas, cogió un puñado al azar y las cosió sin demasiado entusiasmo. Como para salir del paso. Sabiendo y asumiendo que ya dio lo mejor de sí mismo y que ahora se conforma con seguir trabajando sin grandes esfuerzos en lugares donde se sienta cómodo y tengan bonitas vistas.

Como San Sebastián, por ejemplo, una plaza amistosa y cargada de referencias cinematográficas a la que la cámara siempre portentosa del gran Storaro saca todo el partido posible, aunque sea a costa de convertir la pantalla en ocasiones en un spot promocional.

Como tiene serios problemas para reclutar estrellas para sus repartos, Allen se conforma con algunos nombres de tibia resonancia internacional, si bien es la aportación española de Elena Anaya la que aporte más naturalidad e intensidad. Gina Gershon y Wallace Shawn tienen oficio de sobra aunque sus papeles de refrito no sean de fácil digestión. Y Sergi López parece venir de otra película y no entender nada de su personaje. Tal vez porque no haya nada que entender.

Hay en la película un buen surtido de homenajes / guiños / evocaciones que resultarán gratas para cinéfilos con buena memoria, y, aunque la cinta está lejos de ser un testamento rotundo, se puede acudir a ella para enlazar con algunas de las más altas pasiones del cineasta fascinado por Bergman, Fellini, Welles, Buñuel... o el propio Allen, que insiste en sus obsesiones (psicoanálisis incluido) sin aportar nada nuevo. Una lástima que el bloqueo creativo al que fue empujado por asuntos extracinematográficos no fuera aprovechado por Allen para escribir un guión más correoso, más certero y ambicioso. Lo mismo se podría decir de sus memorias: esperábamos mucho más. Con todo, no es un desastre como la citada "Vicky". Se ve con afable placidez y dispara algunos zascas, como se dice ahora, al mundillo fatuo del cine festivalero que tienen su gracia.

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