El Premio de las paradojas

Creo que es justo decir que el Premio Nobel de Física 2020 ha sido una sorpresa. Tras el Premio 2019 a los astrónomos James Peebles, Michel Mayor y Didier Queloz ni siquiera los más ávidos fans del cosmos pensábamos que la Academia sueca iba a fijar su atención de nuevo en el Universo más lejano.

Podríamos, por tanto, decir que este Premio ha sido una paradoja. Una paradoja como las que el matemático Roger Penrose (Inglaterra, 1931) ha estudiado en el campo de la geometría. Penrose ha creado y analizado estructuras irregulares que permiten recubrir el espacio sin dejar huecos y sin repetirse (teselaciones de Penrose) o formas imposibles que retuercen tanto las dimensiones físicas como las de nuestra imaginación (el triángulo y la escalera de Penrose), y que llevaron al pintor neerlandés Maurits Escher a crear algunos de sus cuadros más famosos.

Penrose trasladó su pasión por las estructuras geométricas al estudio del propio espacio en las condiciones más extremas: las singularidades y los agujeros negros. Fue su trabajo el que demostró por primera vez que los agujeros negros podían ser soluciones reales y estables de las ecuaciones de Einstein. Estableció además las propiedades físicas y matemáticas de sus horizontes de sucesos y su efecto sobre el espacio que les rodea, resultados por los que ha sido seleccionado por la Academia.

Pero mostrar la viabilidad matemática de un agujero negro no es lo mismo que probar su existencia. Para lograrlo un grupo de astrónomos dirigido por Reinhard Genzel (Alemania, 1952) y Andrea Ghez (Estados Unidos, 1965) ha desarrollado instrumentos y observaciones cada vez más exactos durante los últimos 25 años. Han conseguido medir con precisión la danza que un grupo de estrellas realiza en el centro de nuestra propia galaxia, orbitando a gran velocidad (hasta miles de kilómetros por segundo) alrededor de... ¡la nada! Esta aparente paradoja se explica por la presencia de un agujero negro millones de veces más masivo que nuestro sol pero totalmente invisible, que se encarga de estabilizar el movimiento de los astros a su alrededor.

En mi opinión la cosecha física de la Academia 2020 logra resolver alguna paradoja más. Por ejemplo, premia al Penrose escritor de algunos de los más provocadores libros de divulgación de los últimos decenios como "La nueva mente del emperador" o "Moda, fe y fantasía en la nueva física del Universo". Y premia a Andrea Ghez rompiendo la "tradición" de premiar a una mujer cada 50 años (tras Maria Sklodowska-Curie en 1903, Maria Goeppert-Mayer en 1963 y Donna Strickland en 2018). Espero que ambas paradojas dejen de serlo en el futuro.

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