CRÍTICA / TEATRO-DANZA

El placer y el deseo

La icónica compañía gallega "Matarile Teatro" llega a las tablas del Jovellanos para meterse al público en el bolsillo con "Daimon y la jodida lógica"

Entrar en el Teatro Jovellanos para encontrarte con un escenario habitado por una gran bola de discoteca y una preciosa batería es ya saber que lo que se va a producir esa noche va a ser sin duda algo especial. Luces apagadas, se cierran las puertas y se apagan los dispositivos (o al menos se debería). Ahí, una actriz comienza a hacer música acompañada de su piano y pronto se produce en escena un gran encuentro de cuerpos. Con grandes referencias a Pina Bausch, el voguing, el estilo disco de los años 80, Artaud, Kantor o Bolaño, esto es "Daimon y la jodida lógica", una producción de la significativa "Matarile Teatro" y Ana Vallés.

Pero, ¿qué es el Daimon? La compañía compone una pieza de casi dos horas para dar forma a ese Daimon que surge como esa voz de la conciencia, esa intuición que todos poseemos, ese balbuceo, nuestros ángeles y nuestros demonios, un susurro. Un espectáculo donde se funden numerosos lenguajes, donde confluyen la música, la danza, las imágenes, el público, las luces y por supuesto el teatro. Una serie de correspondencias, donde al final expresarse con el cuerpo o con la palabra puede ser lo mismo.

El texto compuesto por Ana Vallés reflexiona sobre las grandes cosas que nos rodean con un gran toque humorístico: nuestra filosofía, nuestro tormento, nuestra cultura, la homofobia, el racismo, el arte, el goce o el placer.

Un reparto exquisito compuesto por Ricardo Santana, Nuria Sotelo, Celeste, Alba Loureiro, Cristina Hernández Cruz, Nacho Sanz, Jorge de Arcos Pozo, Neus Villà Jürgens y Ana Cotoré. Con un talento vertiginoso y sobre todo, un trabajo arduo, sus cuerpos se encuentran en el espacio llenos de rabia, de energía y una presencia imponente. En especial me fascinó la interpretación de la actriz Celeste, hechizante con su aparición enfundada en un vestido de corte de sirena al más puro estilo Pink Flamingos.

El espacio sonoro está compuesto por los propios actores y actrices, además de la iluminación a manos de Baltasar Piño, siendo un personaje más que imprime carácter y personalidad a la escena. Componiendo momentos icónicos como los solos de batería o el juego lumínico con la bola de discoteca, así como con la indumentaria de lentejuelas del reparto, capaz de dejar absorto al público creando una combinación de luces que bañaba todo el teatro.

"Daimon y la jodida lógica" hace eso, mandar a la mierda la lógica, las cosas que aceptamos y acatamos per se. Retrata nuestros pensamientos, nuestros discursos internos y nos hace empatizar con la luz, con el espacio, la música, empatizar con el momento. Acompasar tu ritmo al ritmo de lo que está sucediendo en escena y dejar de lado lo explicable, dejar de buscar razonamiento a todo lo que nuestros ojos ven. "Matarile" crea un recoveco, un hueco de calor, de todo lo que éramos antes y sobre todo, un lugar de esperanza donde los placeres y los goces están muy presentes, porque empujarnos hacia el disfrute es la mejor opción y parafraseando sus palabras: "Emborrachate de vino, de poesía, de virtud, de lo que quieras."

El espectáculo terminó con el público encantado, que alabó a la compañía al grito de: ¡Bravo!

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