Franco Torre

Elogio de la picaresca

Propuesta singular con diálogos corrosivos

Un fotograma de “El Planeta”.

El Planeta tiene una buena ración de peros. Arrítmica y extraña, adolece en ocasiones de un uso excesivamente funcional del encuadre y usa los signos de puntuación de un modo un tanto naif. Y sin embargo, hay algo en la peripecia de esa madre y esa hija empeñadas en vivir por encima de sus posibilidades, por mantener las apariencias, que eleva la película de Amalia Ulman hasta cotas inesperadas.

Ambientada en un Gijón anclado entre dos crisis, la económica cuyos rigores aún se sienten y la pandémica que aún no ha amanecido, El Planeta destaca por sus diálogos, cargados en no pocas ocasiones de una escatológica mala uva (atentos a esa participación inicial de Nacho Vigalondo, en un diálogo con la propia Ulman que marca la línea del resto del filme) y con un saludable humor negro. El eco de los Premios Princesa de Asturias, símbolo de ese estatus social al que madre e hija aspiran, funciona como excusa para las peripecias de esa singular pareja de pícaras y propicia un simpático epílogo en el que se cuela la madre, ataviada con ese perenne abrigo de pieles que nunca olvida al salir de casa. Ni aunque sea para acudir a comisaría donde, le han dicho, dan el menú del día.

Compartir el artículo

stats