Rumano campechano

La hipocresía entra en una escena con mucho frío

“Întregalde”.

No hay mejor sitio para comer ganchitos que en la parte de atrás de un todoterreno encallado en los nevados caminos de la Rumanía rural, junto a un hombre con demencia senil que acaba de cagarse encima. Mejora incluso cuando los tres que acompañan al hombre son los pijos cooperantes de la capital que hacen voluntariado una vez al año, llevando patatitas de bolsa a los necesitados, para después comerse un cabrito a la estaca en una casa rural.

Radu Muntean retrata en Întregalde la hipocresía del que tiene de todo y toma Sanax, del que piensa que un buen acto, aún ejecutado por las razones erróneas, expía una vida de mirar hacia otro lado. Por el camino, consigue mostrar con brillantez la situación de desigualdad de la antigua república soviética. Éxodo rural o miseria.

Claustrofóbica y con una mirada ácida, la cinta cae en diálogos excesivos, en recrearse demasiado en algunos momentos, alargando las secuencias.

Sus peores fragmentos los salvan las interpretaciones y la traca final consigue dejar buenas sensaciones. En una aldea semiabandonada, el rumano campechano medio, te da café y te deja cargar el móvil.

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