Alumnos de diversos orígenes, una ciudad de la Alemania más industrial y un profesor hippie, ¿qué puede salir mal?. El profesor Bachmann y su clase es un documental largo, muy largo, dura tres horas y media y le dan mucho al pico. El acierto es que es tan interesante como extenso, en la medida en que, partiendo del cliché del “docente diferente”, consigue retratar una realidad trascendente, sin adornarla o acaramerla para el espectador de lacrimal hiperactivo.
La acción sitúa al espectador en la localidad de Stadtallendorf, un pequeño pueblo industrial. Bachmann afronta con gorritos excéntricos y la prohibición de levantar la mano la educación de un grupo de jóvenes de origen turco, búlgaro o brasileño entre otros. Tímidos de inició, logra que se vayan abriendo, que expongan sus miedos y preferencias. Aprenden también a ratos matemáticas y música, además de leer bastante.
Especialmente interesantes las reflexiones de los jóvenes sobre lo que consideran su hogar. ¿El país natal o Alemania?. “Aquí estoy bien porque no hay guerra, pero cuando sea mayor quiero irme allí”. Tres horas de charla dan para entender mucho y vale la pena.
