Francia está triste

Fama y depresión vuelven a ir de la mano

“France”.

Es el foco de todas las miradas. Rubia, coqueta, periodista y famosa. Incluso hace gestos obscenos mientras pregunta al Presidente de la República Francesa, que se presta a salir en la cinta. Selfis, sonrisita, un marido al que no traga, un hijo al que no ve y los paparazzi. ¿Qué podía salir mal?.

France es una crítica previsible y diáfana a los medios de comunicación y la fama. Probablemente acertada en su juicio hacia ambos, pero extremadamente inocente en sus formas y previsible de principio a fin.

Lea Seydoux encarna a una periodista que se llama como el país, para más inri, que se dedica a hacer reportajes en zona de guerra –tirando de actores– o grabar frívolos desembarcos de inmigrantes. Imperturbable permanece hasta que un accidente fortuito parece hacerla cambiar de opinión respecto a su vida.

En ese momento llega el punto interesante de la cinta de Bruno Dumont. La depresión. El tratamiento de la enfermedad mental es muy razonable y se aleja de estigmas. “Debería ser feliz”, se dice la protagonista. Lo tiene todo, pero no puede evitar llorar.

A partir del ecuador, la película entra en bucle hacia un final fácilmente anticipable y que no dice demasiado en virtud del filme.

Se trata, en rigor, de un entretenimiento limitado, fácil de consumir, pero tramposo. De estética hortera, agradable a ratos, tiene algún momento interesante en lo técnico, principalmente en situaciones de cámara.

También es curiosa la elección de la mezcla de sonido y la banda sonora. Por momentos hay punzantes temas que recuerdan a filmes con más neones y menos palabras. Un poco de Twyn Peaks o Solo Dios perdona. No encaja, pero tampoco desentona por completo.

A este planteamiento se le quedan grandes sus propios argumentos. Podría funcionar como pequeñas partes separadas, en otro formato o manera. En cualquier caso, ni aburre, ni apasiona, es una tristeza a medias.

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