Juntas para siempre

Han pasado toda su vida juntas. Son gemelas. Separarse nunca entró en sus planes vitales. Pianistas, en su diminuta casa tiene que entrar como sea un piano. Y las muñecas. Distintas clases de amistades. Comparten la mayor parte de los planos. Una de ellas puede estar viendo fotografías antiguas mientras la otra se pelea con una caja de música. Amores reñidos. “¡Calláte!”, ordena una de ellas cuando se le agota la paciencia. “¡Apartáte!” Pero son riñas fugaces. Saben que pronto volverá la calma. Cada cual con sus manías (qué es eso de tener una lámpara encendida en el portal, con lo que gasta), compartiendo imágenes del pasado, recuerdos que suenan a gloria, como aquellas palabras del compositor Carlos Gustavino (“son geniales estas chicas”) que aún humedecen sus ojos. “¡Me dejaste sola! ¡Con todo lo que tengo que hacer!”. Son entrañables, gruñonas, vitalistas en su sincera ancianidad. La directora María Álvarez no las deja solas y construye un retrato conmovedor sin renunciar a la crudeza de lo que trae consigo la vejez. La música de los días, los días de la música. Un piano tatuado de recuerdos. Muñecas silenciosas.