Chus Neira

Crítica / Música

Chus Neira

Afayaízu Nacho Vegas

El músico encuentra en el Fantasio un lugar a la medida de su última poética

Lo de Nacho Vegas, el viernes, en Navia, fue como esas compañías de teatro que estrenan en provincias antes de irse a Madrid, pero sin el demérito de un experimento con gaseosa o el desapego de un ensayo general con público. La excusa era que el disco cuya gira nacional arrancaba allí, “Mundos inmóviles derrumbándose”, se parió, en gran parte, en un retiro eo-naviego, en una casina en Ortigueira. El recuperado Cine Fantasio parecía, pues, el lugar natural al que volver para volver a empezar. En todos los sentidos, porque Nacho Vegas no solo estrenaba traje. Tenía banda nueva, compañía nueva, agencia nueva y nuevas canciones. Así que lo de Navia, quería decir, tuvo esa dimensión familiar, comunitaria, colectiva, de cuatrocientas almas que comulgan con ganas con las prédicas de amparo, ternura, sororidad y lucha que se agitan en su último repertorio. Era una plaza afayaíza.

Vegas, el viernes, en Navia. | R. Solís

De las 16 que tocó el viernes, 7 correspondieron al último trabajo. El resto, incluyó más de los años centrales, canciones compuestas entre 2005 y 2011, y menos, aunque con detalles muy importantes, del inicio y lo penúltimo de su carrera. De las nuevas incorporaciones al repertorio tocaron techo las mismas que ya lo hacen en el plástico: “Ramón In” y “Big Crunch”, dos canciones que dialogan, a su manera, con los dos bises que regaló en Navia, “El ángel Simón” y “El hombre que casi conoció a Michi Panero”. La segunda enlaza con la fanfarria verbenera del himno revolucionario ninasimoniano y el relato de la muerte del padre, piedra larera de su primer cancionero que viene a tocar al Ramón último pero le tuerce el cuello para meterle un chute de esperanza. Creo que “El ángel Simón”, con banda, sin la letanía de la acústica garabateando arpegios, creció hacia esa nueva dimensión de un Vegas que abre, detrás de la tortura, una puerta a otro lugar más tranquilizador.

Creo que cuando la banda llegue a Gijón, el 4 de marzo, después de ocho conciertos, “Ciudad Vampira”, vertida al asturianu, o casi, sonará todavía mejor. Como la genial “Hablando de Marlén”, “La gran broma final” o “La pena o la nada”. La banda de “Mundos Inmóviles”, mención especial para el genio marciano de Joseba Irazoki, tiene toda la garra y el temblor. Nacho camina entre sus acordes y sus bases frágil e hipnótico, a punto de caer, pero encuentra la rabia suficiente para salir a flote y hacer de esa debilidad su gran virtud, como un niño que escupiera la hostia delante del altar el día de su primera comunión. Luego todo se calma y un Nacho afayaízu, en paz con todes, saluda a la familia. Eso fue todo, en Navia, que no es poco. Mundos que se mueven y construyen.

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