Rogelio Ruiz

El big Ban, el arquitecto de los paper tubes

Una panorámica sobre la obra del japonés: de la Casa Cortina en Tokio a sus viviendas de emergencia

Vi a Shigeru Ban en persona en los Encontros del 2007, un festival de Arquitectura que se celebraba en Santiago de Compostela y que aquel año, con más de dos mil espectadores, tenían como protagonistas a Álvaro Siza (Pritzker 1992), Zaha Hadid (Pritzker 2004) y Shigeru Ban (que sería Pritzker más tarde en el 2014). El arquitecto que vemos japonés, tiene su formación totalmente norteamericana, y era ya bien famoso. Eran, tiempos de estrellas. Zaha parecía una diva, Carme Pinós que venía de México era una prima donna, pero Shigeru fue más bien “un hombre tranquilo”, que se molestaba en proyectar un pequeño restaurante para el cocinero gallego Marcelo Tejedor que le presentó.

Entonces, el big Ban tenía su estudio europeo nada menos que encima del Pompidou en un espacio llamado “Le Moniteur”, que estaba en la zona que, cuando se inauguró el Centro, yo disfrutaba con su terraza sobre París.

Shigeru lleva muchos años ensayando con tubos de cartón, con resultados asombrosos. Parece ser, además, que con el tiempo estos elementos adquieren mayor rigidez. Si la función del arte es buscar, en lo que nadie ve, esa parcela que nos lleva a lo alto, Shigeru ha encontrado lo sublime utilizando elementos muy básicos y generando arquitecturas muy sencillas que nos conmueven. Como ya escribí en otras ocasiones, si Auguste Perret pasó a la historia por el hormigón o Buckminster Fuller por las cúpulas geodésicas, sin duda Shigeru Ban pasará como el arquitecto de los paper tubes.

Obras suyas tempranas, las mejores a mi entender, son La Casa Cortina (1995) en Tokio que nos muestra los visillos al viento como contraste de la firmeza de los forjados (como hacia Terragni con los toldos). También como incorporación del espacio a la calle de manera muy distinta a lo que Tadao Ando había hecho en su Casa Azuma, que se cerraba con un paredón de hormigón. Ban busca fundirse con la ciudad y la gente. Hay quien ve en la cortina la ligereza de las particiones de la arquitectura tradicional pero yo las veo más en otras obras como en la Naked House (2000), la Casa Desnuda. Si en la anterior, se abría al bullicio, en ésta en el campo nos sorprende con su mirada interior, creando una claridad opalina con la doble fachada traslúcida y refulgiendo en la noche sobre las huertas, como un invernadero, o como, estas sí, los shoji que gustaba Tanizaki ver desde el tren. En la Casa Mueble (2006) Furniture House, los propios armarios, también como elementos prefabricados montados en seco, definen los espacios, son la estructura de esta obra miesiana que resalta de nuevo contrastando madera con paños blancos, en estanterías y viguetas que dejan pasar la luz tamizada. Luego en la Villa Crescent 2008 en Shizouaka Japón, en la que vuelve a abrirse, aquí con ventanas correderas, y a generar esa comunión total, esta vez con el paisaje y desde una arquitectura más protagonista.

En España nos ha hecho un pabellón en la más americana de nuestras universidades, la Universidad IE, en Segovia. Ha hecho otros edificios ambiciosos en Suiza (eso si en madera) también hizo el Pompidou-Metz (probablemente por sus caseros) donde las formas se hicieron mucho más voluptuosa, o tiendas como la de Swatch en Tokio, o la de la firma española Camper, que es un pabellón móvil, que a pesar de sus tubos pobres adquiere la elegancia del Templo de Vesta en Roma. La movilidad, la itinerancia, el japonés errante que es él, es otra idea recurrente, así también el Museo Flotante, realizado a base de contenedores, vuelve a buscar en lo más pobre y, como aquel teatro de Rossi que salió de Venecia, va aparcando en los puertos del mundo.

Pero las que más se mueven son sus viviendas de emergencia, y son la razón del premio “Princesa de Asturias” que celebramos hoy. Esas casas de paper tube que plantea para numerosos enclaves en situaciones extremas, con esos rollos de cartón ligeros que permiten una solución fácil de transportar y de montar inmediatamente como hizo Haití. Tubos de cartón con los que hacer también puentes para unirnos y hasta iglesias para rezar, para albergar y abrazar corazones confusos, ojos extraviados, desesperanzas, desolación, preguntas sin respuestas: ¿Por qué a mí? ¿Por qué aquí? ¿Por qué?

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