Crítica / Música

Un trío de leyenda

Excelente recital de la Orquesta de los Campos Elíseos en el Auditorio

Jonathan Mallada Álvarez

Jonathan Mallada Álvarez

El legendario director belga Philippe Herreweghe llegaba el martes a Oviedo de la mano de la Orquesta de los Campos Elíseos para interpretar dos de las grandes sinfonías de la historia. Contar con estos referentes musicales es sin duda un pequeño gran milagro que los melómanos ovetenses no dejan escapar.

La "Sinfonía nº 41 en do mayor", la última escrita por Mozart, puso de manifiesto el nivel de la agrupación francesa. Compactos, con una sonoridad atractiva y particular (gracias a los patrones historicistas que rigen la orquesta) y balanceados con acierto, supieron plasmar, con refinada elegancia, cualquier matiz de la partitura del genio de Salzburgo. La pulcra emisión de los metales, la cuerda sedosa o la precisión de los timbales rubricaron una ejecución sobresaliente.

Pero el plato fuerte llevaba sello beethoveniano. La tercera sinfonía adquirió tintes "heroicos" bajo la batuta de un Herreweghe parco en gestualidad pero efectivo en los resultados, dominando la escena como nadie, moviendo a la formación parisina con destreza y pasmosa facilidad. Brillante cada invocación del célebre tema que vertebra el primer "allegro" y soberbia interpretación de la "marcia funebre", imprimiendo un dramatismo muy efectista. La calidez y la dulzura de las maderas fue más que notable en el tercer movimiento, evidenciando cada una de las secciones un altísimo nivel. Jugando con las dinámicas y los forte-piano, el director belga (recibido con una calurosa ovación), regaló al Auditorio un espléndido concierto. Dos leyendas en el programa y una sobre el pódium para encarar el final del ciclo.

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