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Llevan premio

Shigeru Ban, el cuarto cerdito es un arquitecto del desastre

Nipón de familia bien y soltero tácito, hace edificios millonarios y también entra a resolver cobijos pro bono público tras alguna catástrofe

Shigeru Ban Ilustración: Pablo García

A los cuentos infantiles y a la Fundación Princesa de Asturias les encantan los reyes y las princesas y les gusta transmitir valores. Los valores, a veces, confunden. A todos nos han contado el cuento de los tres cerditos para hablar de los beneficios del esfuerzo, pero en realidad de lo que trata es de arquitectura. Hay tres cerditos y cada uno construye una casa. Eligen tres viviendas distintas: una choza de paja, una cabaña de madera y una casa de ladrillo y cemento. La cosa es que hay un lobo al que le gusta la carne de cerdo y soplar. ¡Quién no conoce alguien así! Soplando y soplando derriba las dos primeras casas, pero no puede con la solidez de la tercera.

En este cuento, el arquitecto japonés Shigeru Ban sería un cuarto cerdito que entra en escena cuando se va el lobo y hay que realojar a dos cerditos en cobijos provisionales. Cobijo es la palabra vulgar y cubículo la culta de un espacio privado para acostarse (cubare en latín). Vea las soluciones de Shigeru Ban. Son eso.

Este japonés de familia bien que estudió Arquitectura en California y Nueva York con los referentes y el magisterio directo de grandes maestros, hace viviendas y edificios singulares de presupuestos multimillonarios y trabaja pro bono público en catástrofes. Le estimulan igualmente la construcción y la destrucción, la casa y el lobo. Sigue la perspectiva del pensador francés Paul Virilio que vincula inseparablemente el progreso y la catástrofe porque el que inventa la navegación inventa el naufragio.

Esa visión y dedicación a los damnificados de guerras y catástrofes naturales le han procurado el premio Pritzker de Arquitectura en 2014 y ahora el "Princesa de Asturias" de la Concordia, no el de las Artes. José Andrés recibió el mismo premio por ser un chef dos estrellas Michelín que da de comer a los mismos que el arquitecto estrella Shigeru Ban cobija. Y luego, sí, individualmente, los cocineros y los mierenses son más ruidosos que los arquitectos y los tokiotas.

Un arquitecto japonés siempre está amenazado por el lobo sísmico que aúlla "empujaré, empujaré y tu casa derribaré" y también ve con otros ojos materiales constructivos como la madera y el papel, más cercanos a su cultura tradicional. Él ha sabido ver en cajas de cerveza unos cimientos de plástico resistentes al agua y lo que hay de piedra en el cartón para la arquitectura, no sólo para la escultura.

Con estructuras prefabricadas, columnas de papel que recuerdan al árbol del que provienen y tubos de cartón como sucedáneo para desgraciados del bambú, la madera del pobre, ha hecho arquitectura humanitaria y también edificios sociales de clubes de golf o una catedral.

Empezó está línea asistencial hace casi 30 años con el genocidio de Ruanda y con los desmanes catastróficos del calentamiento global es cada día más necesario su trabajo de construcción en la destrucción, su vocación de arquitecto en el planeta del desastre.

Ban es un soltero tácito al que su madre vistió muchos años (era diseñadora de moda) que no puede marcharse sin reinterpretarnos el hórreo, esa construcción que, en una sentimentalidad circular, queremos reutilizar como a casa en el aire de lo que fue granero de campo.

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