La expresión favorita de la jerga teatral para el dramaturgo Juan Mayorga, premio Princesa de Asturias de las Letras, es "compañía", una palabra que en su origen nombraba a quienes compartían el pan.

Y ha añadido que los dramaturgos elaboran sus creaciones para compartirlas con otros dado que lo que mueve a los autores de esa singular forma de escritura "es la voluntad de reunión".

Así lo ha afirmado Mayorga en el discurso que ha pronunciado durante la ceremonia de entrega de los Premios Princesa de Asturias antes de recibir de manos de doña Leonor de Borbón el galardón de las Letras que obtuvo por la enorme calidad, hondura crítica y compromiso intelectual de una obra que condensa "acción, emoción, poesía y pensamiento".

Para el autor madrileño, el tercer dramaturgo en obtener esa distinción tras Francisco Nieva y Arthur Miller, los escritores de teatro reúnen letras "con el deseo de que un día unos actores se reúnan en torno a ellas y luego abran su reunión a la ciudad" y tienen siempre a su lado, "desde la primera palabra en la hoja en blanco", a los espectadores que después verán su obra representada.

"He escrito siempre, en todo caso, para personas de las que espero mucho: espectadores que me acompañen con su pensamiento, con su memoria, con su imaginación", ha apuntado tras incidir en que, dado que el teatro "es compañía", hoy recibían el premio junto él su familia y las actrices, directores, escenógrafos, figurinistas, iluminadores, músicos, tramoyistas, maquilladores, productoras o traductoras que, en complicidad con el público, han dado vida a sus letras en un escenario.

Tras rememorar una escena protagonizada por sus hijos en la que Raquel, la menor, se sorprendía antes de aprender a escribir de que las letras no fuesen infinitas y que, con apenas unas pocas, se pudiesen decir todas las palabras, Mayorga ha considerado mágico que "esos pocos dibujos, esos pocos sonidos" puedan dar tanta felicidad y, también, hacer tanto daño.

Su relación con las letras, "íntima y apasionada", arrancó de una casa, la de su infancia, donde se leía en voz alta, a la que siguió el descubrimiento de otra ámbito "no menos mágico", el del escenario que "tuviese el tamaño que tuviese, era un espacio infinito: cabía el mundo".

Doña Rosita, la soltera, de Federico García Lorca, la primera obra a la que asistió "el asombrado muchacho" que fue Mayorga y otras que siguieron donde el protagonista aseguraba que toda la vida es sueño marcaron la trayectoria de un autor que hoy, sobre el escenario de un teatro de 130 años, no se sentía seguro "de no estar soñando" al verse acogido "por gentes tan afectuosas como solo suele haber en los cuentos" y compartir escena "con personas admirables en sus importantes empeños".