La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Shigeru Ban, "Princesa" de la Concordia: "Los arquitectos somos médicos para dar confort a las personas"

"Nunca me jubilaré de mi trabajo porque me encanta lo que hago y quiero seguir haciéndolo toda la vida"

Shigeru Ban, ayer, en el hotel de la Reconquista. | Luisma Murias

Shigeru Ban (Tokio, 1957) está considerado uno de los grandes activistas de la arquitectura, si bien no admite esta etiqueta. Ha alcanzado prestigio internacional por sus intervenciones en zonas devastadas, al ser capaz de dar respuestas rápidas y eficaces –en forma de refugios y viviendas temporales– a personas que han perdido sus casas. El diseño de una exposición de Alvar Aalto para el MoMA (Nueva York) en 1986 le sirvió para experimentar con tubos de papel. Premio "Pritzker" en 2014 y doctor honoris causa por la Universidad Técnica de Múnich (Alemania, 2009) y la New School (EE UU, 2011), ayer recogió en Oviedo el premio "Princesa de Asturias" de la Concordia. Unas horas antes, atendió a LA NUEVA ESPAÑA.

–¿Ya ha paseado por Oviedo?

–La verdad es que no. No he tenido tiempo, con tantas entrevistas, ruedas de prensa y otros eventos.

–¿Le han enseñado algún hórreo asturiano?

–Los visitaré mañana (por hoy).

–¿Qué espera encontrarse?

–Tecnología tradicional interesante y también una arquitectura de piedra.

–¿Puede suceder en arquitectura que lo más sencillo sea lo más eficaz?

–Siempre lo sencillo es lo mejor. Ya lo dijo Mies van der Rohe: "Menos es más".

–¿A qué arquitectos admira?

–Admiro el trabajo de Alvar Aalto, de Finlandia. He colaborado con Frei Otto, de Alemania, un arquitecto al que respeto muchísimo. Y luego está John Hejduk, quien fue decano de la Escuela de Arquitectura The Cooper Union, de Nueva York, en la que estudié.

–¿Hejduk ha sido su maestro?

–No diría que es mi único maestro porque tengo muchos maestros. Pero sí puedo afirmar que fue la persona que hizo que yo fuera a Estados Unidos a estudiar arquitectura.

–Usted ha contado que vive en un pequeño apartamento en medio de un bosque.

–Sí, en Tokio, en una zona residencial.

–¿Cuántos días al año pasa fuera de casa?

–Antes de la pandemia, y durante quince años seguidos, iba todas las semanas de Tokio a París. Ahora ya estoy recortando tanto viaje.

–Cuando sale, ¿le apetece volver a su casa?

–Es una pregunta difícil de responder. Ir a París y a otros lugares y trabajar con otras personas es algo que verdaderamente me gusta mucho. Y ciertamente en mi casa no paso mucho tiempo. Y cuando llego, tras una larga jornada de trabajo, ceno y duermo. Muy pocas veces tengo un fin de semana libre para disfrutar de mi casa.

–Ha trabajado en muchos escenarios de catástrofes. ¿Podría contar una historia, una vivencia, una conversación que le haya marcado de manera especial?

–Recuerdo el terremoto de Turquía de 1999. Cuando llegué a construir los refugios de papel, el arquitecto local con el que trabajaba me dijo que los turcos no iban a sentirse cómodos en esas construcciones porque están acostumbrados a vivir en casas de hormigón, de cemento... Cuál sería mi sorpresa cuando los turcos, una vez que entraron en esos refugios que yo había construido, se sintieron abrazados, cómodos y seguros.

–¿Un activista de la arquitectura se jubila en algún momento?

–Absolutamente, no. Nunca me jubilaré porque me encanta lo que hago y quiero seguir haciéndolo toda la vida. La verdad es que no soy activista. Soy simplemente un arquitecto normal. No hago nada especial. Es como un médico que ve a un paciente, aunque sea un enemigo, y lo cuida. Yo, como arquitecto, si alguien está sufriendo, siento que tengo que ayudar. Y eso es una cosa normal, nada especial.

–¿Se considera un médico de las personas desde la arquitectura?

–Claro. Considero que los arquitectos hemos de ser médicos para dar confort, para hacer que nuestros pacientes, las personas, se sientan más cómodas.

Compartir el artículo

stats